Las principales mejoras del Rívoli han consistido en los cambios en la pintura, la iluminación y la ventilación, así como la instalación de un escenario para futuras noches de teatro y monólogos. | Jaume Morey

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Pocas sensaciones hay tan extrañas como un cine vacío y con la pantalla apagada. Así lleva el Rívoli, del grupo Aficine, demasiado tiempo a causa de la epidemia de coronavirus. Y aun así, uno se siente más en calma al pasar sus puertas y entrar en la espaciosa sala 1. Y es que, al igual que un tesoro muy valioso, no es poco el mimo y cuidado que sus trabajadores y responsables le están dedicando para que vuelva con todo el esplendor que sus magníficos espacios merecen. Es por ello que durante las últimas semanas se han llevado a cabo todo tipo de mejoras y adaptaciones, algo así como una remasterización, para que el Rívoli vuelva tan majestuoso como siempre.

Y uno de los principales encargados de esta importante tarea es Joan Ramis, quien es el responsable del mantenimiento del cine, quien ha llevado a cabo estos meses una labor casi titánica que bien merecería, sino una película, sí al menos el reconocimiento necesario, como señala el gerente, Javier Salom: «Se merece una estatua».

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Labor titánica

El trabajo de Ramis, que lleva toda una vida ligado al cine al que llegó en los 80, lo resume él mismo de la siguiente manera: «He hecho de fontanero, pintor, electricista, moquetador, etcétera», y bien podría emular a José Luis López Vázquez en Atraco a las 3 y su mítica frase: «Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». Pero todo ello al cine, que le acompaña en su trabajo a través de los potentes altavoces del Rívoli por los cuales reproduce las bandas sonoras más míticas desde Nino Rota a John Williams, pasando por Ennio Morricone y su impresionante música para Cinema Paradiso, muy apropiada para el Rívoli.

Entre las muchas mejoras cabe destacar el cambio de color de los techos de la entrada, la sustitución de las luces o la ampliación de la potencia del sistema de ventilación, que ahora «asegura que el aire se renueva constantemente pasándolo del 15 o 20 % al 65 o 70 % de potencia». También se ha implementado un escenario en la sala 1 para acoger funciones de teatro o monólogos, abriendo las fronteras del Rívoli y «la mente comercial porque el mercado está cambiando mucho». Ramis también se encarga de encender los proyectores para que «recuperen su energía», ya que como él mismo explica, son «como un coche, si no lo mueves durante semanas luego igual no arranca».

Familiar

No esconden, de hecho, cierta preocupación por cómo puede afectar que las productoras comiencen a establecer servicios de streaming, como ha hecho Disney con Mulan, pero ambos coinciden en que «ir al cine sigue siendo algo especial» y agregan que «este es un cine familiar y lo que queremos es que la gente que venga se sienta segura aquí y trabajamos para ello». Y así seguirán hasta que, más pronto que tarde, tanto los espectadores como el olor de las palomitas recién hechas vuelvan a rebosar las puertas del Rívoli, justo antes de que el silencio se haga ante una pantalla que se enciende para unas butacas llenas de gente. Aunque sea, eso sí, al 75 % de capacidad.