Pere Bujosa animó el festival arropado por Xavi Torres y Joan Terol. | F.PEREYRA

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Cuando el Eivissa Jazz había conseguido ampliar su programa hasta prácticamente una semana, ha tenido que adaptar su 32 edición a un reducido cartel aunque, pese a las dificultades, ha salvado, como se suele decir, los muebles. Y lo ha hecho a base de imaginación y una propuesta nacional que nos demuestra el gran nivel que, desde hace ya años, poseen nuestros músicos.

Sin los conciertos en Vara de Rei, ni la doble programación previa a las ‘grandes’ jornadas en la Plaça Sota Vila, abiertas a la totalidad de los espectadores, el Baluard de Santa Llúcia ha sido el único escenario para los cinco conciertos repartidos en tres jornadas en las que el público que ha llenado las casi trescientas localidades dispuestas para cada velada.

Escenario

El saxofonista Ernesto Aurignac inauguró la edición con su proyecto más reciente. Plutón congrega sobre el escenario a diez músicos al servicio del cosmos sonoro y creativo de este malagueño, configurado en forma de suite. Una obra repleta de muy variadas texturas que viajan sin problema ni complejos desde la música clásica al planteamiento más contemporáneo, sin olvidar el carácter más popular y todo ello con una abrumadora coherencia. Aurignac juega con el timbre de cada instrumento, con la composición, con la música escrita y perfectamente arreglada, pero también con un amplio margen de improvisación. Una propuesta vitalista que bien merece apreciar el detalle.

La primera doble propuesta del cartel llegó en la segunda jornada. Primero el trío del mallorquín Pere Bujosa, que con Xavi Torres al piano y Joan Terol a la batería presentan una solidez y entendimiento sensacional. El contrabajista, demostrando esa continua evolución apostando por su segundo trabajo Wabi-Sabi y por algunas de las nuevas composiciones, aún sin título, que constituirán su próximo EP. Sin duda, uno de los valores realmente destacables de nuestra Isla.

Una primera parte que daría paso a la ya clásica Eivissa Jazz Experience; producción propia de este festival que dirige el pianista y compositor gallego Abe Rábade. Reunión, expresa y efímera, de músicos para presentar y compartir sus trabajos. No sé si esta habrá sido una de las apuestas más reducidas, pero sí una de las más experimentadas. Horacio Fumero, Esteve Pí, Roman Filiú y, el más joven, Jeffery Davis, constituyen junto a Rábade una paleta de veteranos capaces de dar lo bueno y mejor.

Tal vez por ese repertorio excesivamente ecléctico y al que no se le saca todo el partido, y a un extraño ritmo escénico; pero en cualquier caso la Big Band ’Ciutat d’Eivissa’ no tendría su mejor noche en la primera parte de la jornada de clausura. Algo indiferentes nos dejaron temas como Just The Two of Us de Grover Washington Jr o el Someone to Watch Ove Me de Gershwin.

Broche final

Pero la velada nos mostró otra cara. El broche final al cartel lo puso el cuarteto del trompetista norteamericano afincado en Madrid desde finales de los noventa, Chris Kase. Gran compositor y extraordinario trompetista, como nos los demostró en la presentación de su último álbum, Let Go, junto a Marcos Collado, Ander García y Miguel Benito. Un bop contemporáneo con absoluta claridad tanto en su planteamiento como en las ideas desarrolladas.

Gran rúbrica para una edición si bien atípica que ha sabido estar a la altura de las circunstancias.