La cantautora Miquela Lladó posó ayer en su casa de Palma para este diario.

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Miquela Lladó fue uno de los contrapuntos femeninos de la Nova Cançó, una escena marcada por el hechizo bohemio de la música francesa. La palmesana, que mañana recibirá el Premi Enderrock d'Honor de la Música Balear por su labor referencial en la canción tradicional mallorquina, pertenece a esa generación que, como decía Benedetti, «cuando tenían todas las respuestas les cambiaron las preguntas». Ya no la acompaña la impetuosa quemazón de juventud, pero tampoco aquella timidez. Ahora lee poesía y degusta música diversa, con la vista siempre puesta en la creación de nuevas composiciones.

¿Se siente cantante o cantautora?
— No soy el prototipo de cantante, para mí cantar es una forma de expresar lo que llevo dentro, prefiero que me llamen cantadora.

Música Nostra, Siurell Elèctric, Alea, Ensemble Llull… ¿Qué ve cuando mira atrás?
— Veo que me he interesado por la música tradicional y he hecho muchos temas propios y poemas musicales; también he hecho cosas que no tienen nada que ver con la música y han habido épocas en la que no he estado tan activa.

¿El día que se retire sentirá nostalgia de sí misma?
— Siempre le digo a mi familia y amigos que cuando crean que no estoy en condiciones de estar sobre un escenario me lo digan, hay que saber cuando dejarlo.

La Nova Cançó reunió a un grupo de burgueses que maniobraban bajo el influjo de la canción francesa. Usted cumplía con el primer ‘requisito', pero su cancionero no era francófilo, ¿le costó encajar?
— No. Yo quería reivindicar mi lengua y cultura como hacían mis referentes. Políticamente nunca me impliqué, prefería hacer canciones más íntimas que expresasen mis emociones. No obstante, mi trayectoria en la Nova Cançó fue corta porque a los tres años de estar en marcha me casé y me fui a Inglaterra. A mi regreso, cuando las cosas se estabilizaron encontré la forma de continuar cantando tras asistir a un taller de ball de bot.

Hacer apetecibles los sonidos de la Mallorca ancestral para el público no debió ser una tarea sencilla…
— En un principio no, la gente decía que la música tradicional no se podía tocar. En Música Nostra quisimos evolucionar y luchamos por mantener nuestro camino. Después llegó Siurell Elèctric que tuvo un tratamiento musical aún más innovador.

¿Alguna vez se sintió instrumentalizada?
— Yo diría que no, pero otra cosa es que cuando te contraten existan ciertas intenciones.

¿Que le diría a esa España que insiste en el que el catalán es una lengua minoritaria?
— Que abran los ojos y se den cuenta que la cultura no es una cuestión de cantidad sino de identidad y que respeten las ideas de todos.

¿Cómo vivió la experiencia de cantar en catalán en plena dictadura?
— Era difícil sortear la censura, siempre venía alguien a interrogarte sobre el contenido de las letras. Había palabras como ‘libertad' que no se podían usar. Pero hoy nos damos cuenta que siguen habiendo palabras que no se pueden utilizar, es lamentable que Valtònyc tenga que permanecer en el exilio por hacerlo.

¿Ha tenido que pagar muchos peajes para no dejar de ser quien es?
— Todos tenemos que pagarlos, en mi caso alguno por mi dedicación a la familia y a otros trabajos.

¿Para cuándo nuevo material?
— En 2021 Música Nostra cumple 40 años y si la pandemia lo permite queremos hacer alguna cosa.

¿Alguna vez sintió reflejada su filosofía de vida en una voz nueva?
— Sí. Me consta que hay artistas que me tienen como referente y eso me halaga muchísimo. Pero hoy en día ser original es muy complicado, hay tanta información y es tan accesible que todos cantan como este o aquel.

El escritor y filósofo italiano Antonio Gramsci abogaba por el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, ¿comparte su visión de la vida?
— Creo que el optimismo es una herramienta muy importante, sobre todo si piensas en la realidad espantosa que nos está tocando vivir.

¿Qué recuerda de la primera vez que cantó en público?
— Una emoción inmensa, canté una canción en el Festival de la Nova Cançó en el Castell de Bellver junto a Maria del Mar Bonet, Serrat y Lluís Llach, fue impresionante.

La ultima. Y le advierto que es una pregunta trampa: ¿En qué país desearía vivir?
— En Catalunya.