El director de orquesta Pablo Urbina en Palma. | Pilar Pellicer

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En rojo aparece la noche de este jueves en el calendario de Pablo Urbina (Vitoria-Gasteiz, 1988) en la que este director se reencuentra con la Simfònica a las 20.00 horas en el Teatre Principal. Una cita especial bajo el lema Gràcies Beethoven, que es la excusa para celebrar en una sesión familiar y didáctica al genio alemán. Se trata, además, de otra oportunidad para Urbina de destacar el factor social de la música que lleva años defendiendo. Y, con un poco de suerte, si se le observa con atención, podrá verse cómo sus pies se mueven solos en un eco de su formación en danza. Todo en uno.

¿Feliz de poder volver a dirigir a la Simfònica?
— Y de tener la oportunidad de tocar otra vez. La labor de la Orquestra es fantástica por asegurarse de que la música viva en las Islas. Sé que han hecho tantísimos conciertos y fue la primera de España y una de las primeras de Europa en volver. Esa labor es de agradecer porque los músicos lo que quieren es tocar, y si ha de ser con mascarilla o mampara para poder volver a estar con el público, pues adelante.

Es un concierto con un componente didáctico, ¿no es así?
— Es fundamental que se presenten conciertos de este tipo, familiares y entretenidos, con narración. Así se lleva de la mano al público a través de una figura trascendental como es Beethoven y algunas de sus influencias, como Haydn o Mozart. Además, estrenamos en directo por primera vez una obra de Iain Farrington, que solo se ha estrenado virtualmente y adapta melodías de Beethoven al siglo XXI, con toques de folk y jazz.

Usted siempre destaca la labor social de la música, ¿está más de relieve que nunca este año?
— Nos hemos cobijado en el arte en estos momentos difíciles y crueles como estos. Se puede aprender de la cultura, que a veces surge como una respuesta a los momentos sociales, como Beethoven, que compuso obras en respuesta a las guerras napoleónicas o la ocupación de Austria, por ejemplo. El arte es algo tan fundamental y esencial de nuestra sociedad que debemos protegerlo y mimarlo.

¿Cuál es el valor de la música en todo esto?
— Nos ayuda a sentirnos menos vulnerables a la hora de expresar nuestros sentimientos. Al hacernos emocionalmente abiertos, podemos trabajar juntos y compenetrarnos. Hallar una sintonía y sincronicidad.

Además de director es trompista, ¿qué le llamó la atención del instrumento?
— El color (risas). No tengo una historia más romántica, sino que fue algo muy natural porque era un niño y ese instrumento brillaba y sonaba muy bien.

También recibió formación de baile, ¿no se le van los pies al dirigir?
— Pues un poco sí (risas), pero mis profesores ya intentaron contenerme. La comunicación no verbal me parece sumamente importante, pero demasiada potencia sin control no es buena.

¿Qué le diría a la gente para animarles a asistir al concierto?
— Que no se pierdan la oportunidad de conocer a este genio para entender por qué ha trascendido y disfrutar de una orquesta fantástica, que es la suya, y mimar la cultura.