Samantha Hudson posó en Madrid para esta entrevista. | José Sevilla

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Samantha Hudson (Magaluf, 1999) estrenó a principios de diciembre un podcast (publicación digital de audio) en Netflix de ocho capítulos (uno a la semana) titulado ¿Sigues ahí? en el que, junto al presentador Jordi Cruz (que durante años vivió en Mallorca), entrevistan a celebrities y desmenuzan el mundo con un toque de sátira y divertimento. El éxito cosechado podría llevarles a grabar una segunda temporada.

¿Qué recibimiento ha tenido entre el público el podcast de Netflix?
— Muy bueno. En la lista de tendencias estamos entre las tres primeras y en los podcast más escuchados de España, en el 31 y subiendo. Por eso creo que ha sido un éxito dentro de lo que cabe.

¿Qué significa ¿Sigues ahí?, su título?
— Durante mucho tiempo barajamos varias opciones porque es lo más difícil de elegir y lo que primero llega a la gente. Se nos ocurrió ese porque es lo que aparece en la interfaz de Netflix cuando llevas tiempo sin interactuar con la plataforma.

¿La publicación digital del programa en Netflix va para largo o depende del recibimiento de los espectadores?
— Los ochos capítulos de la primera temporada ya están grabados y hay posibilidad de hacer una segunda. Espero que el éxito se prolongue en el tiempo.

¿Cómo eligen a los invitados y los temas a tratar?
— Con una tormenta de ideas entre Jordi Cruz y yo. Nuestra jefa también elige algunos desde la dirección de Netflix por temas de interés; pero en general nos propone temáticas y nosotros barajamos varios nombres de celebrities o no. En el segundo capítulo invitamos a Nacho Ares, que no es una celebridad de las más conocidas; y en otro contactamos con un sociólogo para hablar del morbo. Siempre sale algo divertido.

Por un lado se junta la tradición del presentador de radio de Jordi Cruz y la forma desinhibida de Samantha Hudson, quien se autodefine como «un híbrido entre travesti y periodista del corazón».
— Cuando desde Netflix nos hicieron la propuesta de programa buscaban mezclar dos perfiles diferentes, aunque ni chocamos ni somos tan diferentes. Sí es verdad que Jordi Cruz pone la parte seria y profesional porque tiene más tablas en televisión y radio. Y apostaban por mi toque fresco, con cierto desparpajo y de cabaret para conectar con las nuevas generaciones.

El clip promocional impacta y llega. Me recuerda a Sara Montiel, Carmen Sevilla o Norma Duval mientras se maquillan y hablan con el espejo antes de subir al escenario.
— Se trataba de ese rollo del dramatismo y la teatralidad, que siempre me acompañan, y Jordi diciendo ‘oye guapa, acaba ya que tenemos que grabar el podcast'. Vamos, un delirio absoluto; y creo que ha salido bastante bien.

¿Qué hay detrás de la fama, el subtítulo de uno de sus programas?
— Una vida muy corriente de un ama de casa cualquiera. Soy lo menos espectacular que te puedes echar en la cara. Me paso los días en casa cocinando, comiendo chirimoyas y limpiando la aspiradora a diario. Luego, por la noche, soy una vedette de revista. Pero durante el día soy una chica muy sencilla.

¿Cómo ha reaccionado su familia mallorquina tras la gran acogida del programa de Netflix?
— Mi familia y yo no somos de estar muy excitados o demostrar una ilusión extrema. Me han dicho que están muy contentos. Imagino que estarán esperanzadas de que lo que empezó siendo un delirio de una niña que quería hacer bolos ya va tomando una forma más profesional y que, por lo menos, puedo ganarme la vida con ello.

¿Se ve trabajando en Mallorca? ¿No hay espacios o se pide otro tipo de personaje?
— Si en Mallorca la escena ya era escueta, las complicaciones de la COVID-19 la han reducido. Si abriera un bar de ambiente o se ofreciera una programación LGTBI Friendly, pues yo iría. O lo mismo hacen algo que no me pega de nada y me llaman; voy donde lo solicitan.

¿Echa de menos Mallorca, irá cuando pueda o está mejor en Madrid?
— A nivel laboral, Madrid brinda más oportunidades. Siempre apuesto por crear escena y que haya ambiente en los sitios pequeños, sobre todo en las provincias, que es donde más falta hace. Si hubiese tenido oportunidades en Mallorca, me habría quedado. Porque para pagar 400 euros y compartir piso con un desconocido para eso vivo con mis padres a los que conozco de toda la vida.