La dramaturga Anna Maria Ricart, autora de ‘Encara hi ha algú al bosc’.

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En el año 1992, Barcelona vivía la fiebre olímpica y miraba al futuro con optimismo mientras, a tan solo dos horas de avión, la antigua Yugoslavia se desangraba en una guerra sin límites éticos en las que las mujeres bosnias eran violadas y obligadas a dar a luz como un intento de limpieza étnica. Ese drama tan reciente, olvidado o desconocido, es lo que nutre Encara hi ha algú al bosc, la obra de teatro de Anna Maria Ricart que el Teatre Principal estrena este jueves a las 19.00 horas –donde podrá verse también el viernes– y que cuenta con un reparto de «superlujo» con Ariadna Gil a la cabeza. Es una forma de luchar contra ese olvido y de dar voz a quien se amordazó y torturó. Este sábado, a la misma hora, recalará en el Auditori de Manacor.

¿Cómo surge el proyecto?

—El director, Joan Arqué, me propuso leer Como si yo no estuviera, de Slavenka Drakulic, que trata la historia de una mujer bosnia que fue violada y tiene al bebé fruto de la agresión y se plantea qué hacer con el niño. Me pareció fantástica e iniciamos una serie de viajes a Bosnia para recabar información y hacer una adaptación teatral. A los viajes se sumaron una periodista y un fotógrafo y poco a poco recabamos un material de primera mano que era muy impactante. A partir de ahí, la adaptación dio lugar a un proyecto personal de tres patas con una obra de teatro, un documental y una exposición fotográfica a partir de los mismos personajes, pero cada uno desde un lenguaje diferente.

Es un tema extremadamente sensible, ¿cómo lo aborda la obra?

—Eso es algo que nos planteamos mucho. Primero éticamente, porque qué derecho tengo yo a coger el sufrimiento de esta gente y ponerlo en mi boca. Por eso dejamos que fueran sus palabras, las de esas mujeres, las que hablen. Además, no nos interesa hacer pornografía emocional sino hacer de altavoz de mujeres cuya queja es que nos las escucha. Fueron violadas, en gran parte como una operación sistemática, y ahora, 25 años después, siguen pidiendo justicia.

¿Sirve el texto también para denunciar que la mujer es un botín de guerra?

—Sí, y diría todavía más, que el cuerpo de la mujer se usa como arma de guerra. Si violas sistemáticamente a mujeres, en este caso a musulmanas, y evitas que aborten hay una clara voluntad de destruir un pueblo y sumir a esa gente a un rechazo. Aparece ahí el estigma, tanto en ellas como en los niños. Por eso, hacer daño a las mujeres es hacerle daño a tu enemigo y utilizar su cuerpo como arma de guerra. Esto ha pasado en Bosnia, pero también en Ruanda y ahora en varios conflictos.

Ha mencionado a los niños, ¿cómo es la relación con sus madres?

—Es algo que tratamos. Muchas, puede que la mayoría, de las madres rechazaron a sus hijos y hubo casos en los que incluso los mataron. Otras se los quedaron, pero claro, es una cosa difícil. Ahora hay una asociación de hijos de mujeres violadas que intenta trabajar este tema. Lo bonito es que no las culpabilizan, sino que lo entienden.

También se genera un paralelismo con las heridas abiertas que pueden quedar por cualquier guerra, como nuestra Guerra Civil.

—Sí, porque es algo que no está cerrado. Si aquí, con tantos años desde la guerra, seguimos teniendo fosas por abrir y heridas abiertas, imagine en allí donde solo hace 25 años del conflicto. Hay que tener en cuenta que muchos agresores y sus víctimas están vivos. Las mujeres que pasaron por esto tenían entre 10 y 25 años cuando ocurrió, o sea que las mayores rondan los 50 años ahora, y sus agresores siguen vivos. Cuando hicimos la investigación les preguntábamos a muchas personas cuándo había acabado la guerra para ellas, y la constante era responder que no había terminado. Hay una sensación de injusticia muy grande y se sigue trabajando para llevar a los culpables ante la justicia.

¿Qué tal es trabajar con un reparto como el que tiene la obra?

—Es un superlujo. Estamos muy contentos porque son actores y actrices estupendos. La temática es dura, pero el proceso ha sido muy bonito porque todo el mundo se ha implicado al máximo.