El volumen reúne trece relatos del artista, aunque, reconoce, hay muchos más y éstos solamente son una selección de la editorial. Entre las doscientas páginas el lector se encuentra con situaciones variopintas; desde los veranos en Cala Morlanda (Manacor) y las horas que pasaba en la cooperativa payesa donde trabajaba su padre –de quien siguió sus pasos como ingeniero técnico agrícola– o las peripecias de trasfondo de una gira de conciertos por València y Cataluña hasta una historia sobre un experto y refinado catador de quesos que en realidad odia este alimento; un muerto que asiste a su entierro; un vecino de Manacor que deja su casa en herencia a Barbra Streisand o un hijo que intenta convencer a su padre de abrir un cine porno en Palma. «El único hilo conductor es que todos están escritos por mí», admite.
De esta manera, el título del libro podría sugerir y prevenir al lector sobre su contenido pues, como advierte Serra, «plantea una situación extraña, pues los conquistadores llegan sin previo aviso, cogiendo a la gente desprevenida, por lo que tiene cierta gracia». «Los relatos tienen un tono irónico y sobre todo de humor negro, un humor sutil que me caracteriza y que surgen de reflexiones o de pensar ‘qué hubiera ocurrido si...'», aclara.
En los textos en los que Serra evoca su infancia, en un piso de Inca en el que vivieron algunos años o las fiestas en Manacor, el hermano del cantautor, Joan, que falleció en 2002, es bien presente. «Es algo natural para mí, siempre ha estado allí y siempre lo defiendo. Fue él quien me introdujo en el mundo de la cultura y la música y es inevitable que termine hablando de él cuando recuerdo los primeros conciertos o sobre cómo miro la vida. Es una presencia constante», cuenta.
En Pendents que arribin els conqueridors, Serra también desvela su universo creativo, que además de música, tiene mucho de literatura. «Escribo como me gusta leer y me gusta mucho cuando los autores desglosan sus preferencias y lecturas preferidas y me sentí muy cómodo haciéndolo, aunque también son cambiantes en el tiempo y desde que escribí estos textos han ido creciendo», apunta. Entre esa larga lista figuran plumas como las de Enrique Vila-Matas, Josep Pla, Foster Wallace, James Salter o Céline.
Música
Serra se despide de esta primera incursión a la narrativa breve con el texto Les rutes de Moondog, un diario de las peripecias vividas por el cantautor durante una gira de conciertos por pueblos de València y Catalunya. En este relato, Serra desmitifica el oficio del músico que sale a recorrer escenarios y que tiene que enfrentarse a problemas logísticos y tan surrealistas como el tener que llevar la guitarra en un asiento vacío, con cinturón incluido, o los conflictos burocráticos por cobrar las ayudas prometidas para llevar a cabo dichas actuaciones.
En Les rutes de Moondog, Serra explica, por ejemplo, su experiencia como telonero de Mishima o el ‘drama' de coincidir con un concierto de Joan Miquel Oliver, pues éste sí llenará el teatro. «Me apetecía escribir un relato para dismitificar todo eso, de hacer algo íntimo y personal. Por eso menciono a Joan Miquel Oliver, que sí que triunfa y mueve a tanta gente. Esa comparación sirve para ilustrar que, dentro de la música, pero también en literatura y otras artes, hay diferentes niveles. No es salir a la radio y que tu vida sea más fácil».
En este sentido, a la pregunta de si se infravalora como cantautor, Serra asegura que «no, creo que la música que hago está bien, pero no diría que tenga mucho éxito. Joan Miquel Oliver es un tipo muy popular, pero cuántos conciertos debe de haber hecho, cientos y cientos; tiene una carrera más larga y también otro estilo de músico». «Lo interesante es narrar los inicios, pues todos pasamos por unas fases y tienes que picar piedra, mucha y durante mucho tiempo. Por ejemplo, El Petit de Cal Eril y otras bandas de Cataluña son gente de carretera que intenta sobrevivir con su música. Lo que he contado en este relato lo puede contar cualquier otro músico», advierte.
En esta suerte de crónica, Serra también critica que «la mayoría de músicos descuida el texto» y que «se escriben pocas letras interesantes». En esta línea, el cantautor detalla que «en mi caso es difícil porque primero hago la música y después le pongo la letra y cuesta encontrar una letra que mantenga el aroma y el ambiente». «Además, cuando estoy en un momento de paz interior, no sé de qué hablar, sobre qué temáticas o asuntos que sean interesantes y honestos, pero cuando estoy en un momento de crisis sacas todo lo que llevas dentro y es válido. No es que escribas mejor cuando estás triste, pero sí que las letras llegan más a la gente y son más verdaderas para ti».
Aunque la fórmula es difícil de encontrar, Miquel Serra tiene claro que Suzanne, de Leonard Cohen, «es lo mejor que se ha escrito en 50 o 100 años, desde que se graba música».
Dentro de un mes, avanza, verá la luz un disco de canciones de Joan Serra, grabado en los Estudis Favela, «un álbum pop que gustará a muchos» y, más adelante, grabará en un estudio de Barcelona otro de canciones propias.
4 comentarios
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"De gustibus et de coloribus non est dispuntandum" O sea: en lo que se refiere a guzstos y colores, que cada cual piense lo que quiera.
¿Y qué me dicen de "Macarena"? ¡Ésa sí que es una pedazo canción!
Yo incluiría también: First We Take Manhattan, Take this waltz, Dance Me to the End of Love y Everybody knows.
de leonard cohen "the future" es premonitorio.