Bárbara Gil viaja por todo el mundo y ahora vive en Mallorca. | Teresa Ayuga

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Periodista, escritora y profesora de escritura creativa en la librería Agapea de Palma y Escuela de Escritores, Bárbara Gil (Bilbao, 1980) acaba de publicar su primera novela, Nenúfares que brillan en aguas tristes con Plaza & Janés. Advierte que pese a que la portada induce a pensar que se trata de una novela de escapismo exótico, detrás hay una dura crítica al consumismo feroz y los desastres que acarrea la industria textil en Bangladesh. «Una bofetada en la cara a la mitad de la novela», dice.

Es la primera novela que publica, ¿pero es la primera obra que ha escrito?
— Tenía una novela experimental, pero no quería que me conocieran por algo tan raro. Esta novela que sale ahora la he escrito de forma interrumpida. He viajado de Málaga a Australia y entretanto la iba escribiendo. En 2016 surgió la idea y viajé a Bangladesh porque ya tenía la historia en mente.

¿Cómo eran sus primeros esbozos?
— Surgió la imagen de un pazo y de reflejar la industria textil, que está muy extendida en Portugal y Galicia. Amancio Ortega es solo uno más de los empresarios del textil. Quería una novela muy comprometida que reflejase cómo explotamos a terceros países. Y quería reflejar algo más que escenarios exóticos, como el cementerio de barcos de Chittagong, conocido como el Infierno en la Tierra. Estuve en Bangladesh y me propuse entrar en los astilleros para verlo en primera persona: y me colé.

¿Siendo periodista está obligada a visitar los escenarios de su novela?
— En realidad, no he ejercido mucho como periodista. Me encantaba la escritura y llevo ocho años viviendo de eso. Lo bueno de las clases online es que puedes darlas desde cualquier parte del mundo. Durante el año que estuve en Australia lo compaginé incluso con el trabajo de albañil en un hotel.

¿Cuánto tiempo le supuso escribir la novela?
— La escribí a trompicones, entre viaje y viaje. En total, en siete meses escribí el borrador, tras volver de Australia. Me fui a California y estuve un año corrigiendo y reescribiendo. Siempre digo que he reescrito 415 veces la novela. Soy una perfeccionista.

En su novela, la protagonista Irina es hija de un empresario textil gallego que viaja a Bangladesh y se enamora. Podría pasar por novela romántica pero refleja un país con condiciones de vida muy duras.
— Es una novela de tipo landscape: lugares a los que escapar. En este género las mujeres viajan a destinos exóticos. Pero sin embargo, Irina acaba en lugares terribles como una fábrica textil en Bangladesh o las curtidorías de Daca, donde las condiciones laborales son tan terribles que la esperanza de vida no pasa de los 50 años. La escritura femenina está infravalorada, parece frívola, pero muchas esconden una crítica a la sociedad. Ponen al lector delante de una realidad. Esta novela empieza como una experiencia muy naíf pero a la mitad te da una bofetada en la cara.

Cuestiona la industria textil española en Bangladesh...
— Intento reflejar esa inercia por la que nos dejamos llevar todos. Me gusta la ropa y soy presumida, pero cuando fui a Bangladesh, quise hacer una crítica a la industria textil. Lo que se ha hecho en ese país es salvaje, pero el consumismo también contamina la ría de Galicia.

¿Cómo consiguió ‘colarse’ en las filas de Plaza & Janés?
— El año pasado estaba hablando con Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, para que publicase mis cuadernos de escritura. Son unas fichas que simplifican la tarea de escribir un relato o una novela que funcionan muy bien entre mis alumnos. En ese momento me avisaron de Escuela de Escritores, donde doy clases, de que al día siguiente se celebraría un pitch, una ronda rápida de presentación de novelas ante editores de Plaza & Janés. Y me presenté con mi novela.

Y sonó la flauta...
— Ya la había presentado el año anterior y lo hice tan mal que pensaron que había escrito una novela de aventuras y adolescentes. El año pasado volví a hacerlo ante el editor Alberto Marcos, al que admiro por su trabajo editorial pero también como escritor. Y me llamó. El 21 de febrero de 2020, un día antes de mi cumpleaños, firmaba un contrato de edición con Páginas de Espuma y otro con Plaza & Janés.

¿Cómo ha sido el trabajo con Alberto Marcos?
— Un buen editor como Marcos sabe cómo hacer brillar una novela, sacarle el máximo jugo. Pese a las reescrituras, a mi novela le faltaba un clic. Pero él vio algo en ella y la verdad es que tengo la suerte de tener un buen editor. Es muy difícil entrar en una gran editorial y espero estar a la altura.

Es docente en la Escuela de Escritores e imparte cursos de novela y cuento en la librería de Agapea en Palma. ¿Hay un gran interés por escribir?
— Mucho. Tengo alrededor de 50 alumnos. Formé parte de la primera promoción del Máster de Escritura de Madrid y en Málaga he dado clases de escritura. Entre mis alumnos los hay que quieren escribir con la intención de publicar pero también los hay que lo utilizan como terapia o para conocer gente.

Portada de la primera novela de Bárbara Gil.