El resultado es un fino libro que puede leerse en una perfecta tarde de esta primavera que, como las que se relatan en el pueblo andaluz donde transcurre la mayoría de los instantes narrados, promete ser cálida. Es Reina quien da cuenta de esta extensión premeditada: «Intento no pasar de las 125 páginas porque, a partir de ahí, empiezan a sobrar». Según su opinión, «lo que no has dicho en 100 página no lo dirás en 300».
Así pues, la delgadez de Las esquinas, con sus 88 páginas, contrasta con la amplitud de su alcance temporal. Abarca «desde 1900 hasta 1985», porque, además, «mi abuela iba con el siglo», y le «interesaba para explicar qué fue esa generación que pasó la guerra, la postguerra y una cruenta dictadura».
El estilo «ensayístico» permite «distancia», ya que el autor «no quería caer en nostalgias y, salvo un par de momentos breves de prosa poética que sirven de homenaje, esa distancia se mantiene». No obstante, a pesar de todo, sí rezuma aroma a tiempo pasado que «no pudo ser bueno», por las circunstancias históricas, pero sí es diferente. Dan testimonio de ello «las personas que lo han leído y que me han dicho que les he hecho recordar», siendo la prueba de un fondo común. «Al fin y al cabo, llevamos miles de años en la península pegándonos y mezclándonos».
Pinceladas
El campo metodológico, obviamente, no podía ser otro que la memoria, «siempre selectiva». En cualquier caso, el objetivo de Reina no es «profundizar ni escarbar en los recuerdos» sino «dar cuatro pinceladas a la vida de una persona» con alguna parada en retazos experienciales propios que, originales o construidos, forman parte de lo que uno es.
Y al igual que el ejercicio proustiano, Reina también reconstruye el pasado, y se percata de «cosas que había pasado por alto», como «que mi abuela era muy lista», imagen vedada muchas veces para los nietos cuyos abuelos son eso, abuelos, y cuya definición como tales anula por exceder todos los demás matices. Eso fue lo que ocurrió al «escribir, porque me obligó a verla de otra manera, como persona y no como abuela».
En cualquier caso, Por las esquinas vagas del recuerdo es homenaje, es testimonio, visión, recuerdo, ficción y comprensión. Dicho de otra manera, es un libro diferente, «difícil de catalogar», personal y sincero.
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En la Francia clásica, los autores encerraban una vida dentro de sus 48 más horas cruciales, en virtud de la llamada "unidad de tiempo", a veces practicada también en en cine. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes.