«Huelga decir que lo que estoy a punto de describir no tiene existencia real. [...]. Yo no es más que un término útil para referirse a alguien que no existe». Son palabras de Virginia Woolf que recoge la escritora Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) a modo de bienvenida y toda una declaración de intenciones para el lector que tenga en sus manos su primera novela, Los nombres propios (Editorial Sexto Piso). Invitada por La Biblioteca de Babel, hoy a las 12.30 horas, la presentará en Can Balaguer, Palma.
La cita inicial de Woolf condesa muy bien el espíritu de Los nombres propios, una novela que «reflexiona sobre la identidad», afirma la autora, y que además aborda todas las voces que tenemos en nuestro interior. «A menudo se refieren a nosotras, por ejemplo, como la guapa de la clase, la divertida o la empollona, pero no somos solamente eso. ¿Qué Marta es la que habla? Puede que hable una Marta muy exigente o una Marta muy dura. Creo que hay que aprender a fiarnos de nosotros mismos, de relativizar también esas Martas que no tienen razón o son demasiado crueles», cuenta Jiménez.
Narradora
De hecho, la Marta protagonista del relato está narrada por una voz muy particular: Belaundia Fu. Se trata de una amiga invisible que interpela eficazmente al lector mediante el uso de la segunda persona. Es una voz interior que todo lo sabe e incluso conoce lo que sucederá en un futuro y, por tanto, es una narradora privilegiada.
«Puede que todos tengamos amigos invisibles, lo que pasa es que unos los nombramos y otros no. En este caso, es una amiga invisible en la infancia y, en la adolescencia, toma la voz de la conciencia, como un súper yo. Todos hablamos con nosotros mismos. Belaundia Fu, al final, es también el ideal de lo que hay que ser», confiesa la autora.
Por ello, volviendo a las palabras de Woolf, Jiménez advierte que «en la novela juego con la amiga invisible, pero lo que es invisible es la identidad. La identidad es un término útil, no hemos encontrado nada mejor para referirnos a nosotros mismos, pues es imposible encontrar un término exacto».
Invisibilidad
Esa invisibilidad de la identidad está presente en las mujeres que rodean a la protagonista, sobre todo la madre y la abuela, que están siempre ahí incondicionalmente. En ese sentido, Jiménez alerta que es «muy peligroso romantizar o contar de manera épica la vida de las mujeres que nos rodean. Eso no quita que no puedas admirar como se han tomado las cosas. Eso de supermujer o supermamá es una gran trampa. Hay que poder decir ‘no puedo'. A las mujeres se nos ha dicho que podemos con todo y ahí está el engaño. Ni puedo con todo ni quiero decir que puedo».
En esta misma línea, la escritora recuerda que «en el confinamiento, cuando salíamos a las ocho de la tarde a aplaudir a los sanitarios y había, y hay todavía ahora, ese discurso de que son héroes contra la batalla del virus.... Ese discurso me da alergia. Y claro que siento una profunda admiración y agradecimiento por ellos, pero vuelve a ser una trampa. Deja de llamarles héroes y págales bien, dales trajes EPI, déjales descansar y que no hagan turnos de mil horas».
«Eso también sucede con el cáncer y otras enfermedades. ‘Vencer el cáncer' dicen, como si dependiera de ti. El imperio romano ya terminó y no entiendo esa manera de hablar como si fueran guerras que ganar. Llamar a alguien héroe suele revelar que ahí hay alguna injusticia», insiste. Asimismo, la educación emocional tiene un papel importante en esta cuestión. Para Jiménez, «sería injusto comparar nuestra educación emocional con la que recibieron nuestros padres por parte de los abuelos, pero todavía hay camino para recorrer. Somos la generación de los idiomas, de los másteres y de los erasmus, pero nadie nos enseña qué hacer cuando estamos enfadados, a controlar el genio que dicen. Es bueno enfadarse y estar triste, pero hay que aprender a hacerlo. «En esta sociedad tan Mr. Wonderful no hay una tolerancia social hacia la tristeza, que no nos dejan expresar, hay unas emociones que están vetadas», denuncia Jiménez.
De cara al futuro, la autora, que empezó su carrera literaria con la poesía –su poemario La edad ligera fue accésit del Premio Adonáis de Poesía 2020–, está escribiendo ahora un libro de relatos y una nueva novela. Sin embargo, rehúye la separación entre estos géneros, ya que considera que «ni mis poemas son súper líricos ni mis novelas muy narrativas». «Son diferentes en cuanto al procedimiento y las formas pueden ser distintas, pero al final todo es escritura» resuelve Jiménez, que en esta novela debut ha vertido «todo y nada» de su vida y, matiza, «no tiene vocación de autobiografía».
3 comentarios
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Eso que está narrado con "una voz muy particular y una voz interior que todo lo sabe" no es el narrador omnisciente de toda la vida. Digo yo, vamos...
Con tanta tramoya narrativa y tanto nombre de las cosas, unido al genial e inédito descubrimiento de que los géneros literarios son una ficción, no sé yo.
¡Ojala la novelista pueda encontrarle también cierto interés a la otra mitad, masculina, de la humanidad! Si no, tampoco pasa nada y tan amigos.