¿Cómo decidió presentarse al Jazz Comb Graz?
—Llevo dos años estudiando en la Universidad de Graz y un profesor nos pasó la información de este certamen y nos animó. Antes de saber nada, yo ya estaba escribiendo una pieza para big band de la que pensaba que nadie tocaría, y pensé: bueno, si hay suerte, al menos la tocarán en el concurso. Al final fue una excusa para acabar la pieza y enviarla.
Y tras esto obtuvo el primer premio y el del público, ¿satisfecho?
—Es genial. Además es la pieza que me ha llevado más tiempo y con muchos bloqueos creativos, pero estoy contento con el resultado porque creo que tiene muchos colores. Para mí el premio más importante es el del jurado porque valoran criterios objetivos y supone una palmada en la espalda, una forma de decir que estoy haciendo bien las cosas.
¿Cómo describiría la pieza ganadora, The Properties Of Rubber?
—Como en todas mis composiciones, el ritmo y la ilusión rítmica son muy importantes. Es una de mis piezas con mayor desarrollo narrativo y sin repeticiones. Dicho de otra manera, es como una excursión circular en la que vas viendo cosas nuevas a cada rato, pero al principio no ves todo el camino, lo que te espera, a diferencia de otros compositores que en los primeros segundos dan todos los elementos.
Además de compositor, es percusionista, ¿le influye eso a la hora de escribir? ¿Es común en los compositores con un pasado instrumental el favorecer a ese instrumento en sus piezas?
—Sí que es algo común, pero a mí me pasa lo contrario. He estado tanto en la percusión y batería que ahora me interesan los otros, me permiten explorar más. Intento que las piezas estén equilibradas en todos los sentidos para que no haya una persona con toda la carga o que, como una vez me pasó tocando una pieza de Mahler, tenía que tocar la caja y fue en el primer movimiento. Luego fueron 40 minutos de espectador. Lo tengo en cuenta porque es muy importante para una pieza que los músicos se lo pasen bien tocando.
¿Hay algo que hubiera cambiado de la interpretación de su pieza en el concurso?
—Me hubiera gustado poder participar en los ensayos porque la tocaron muy lento, aunque imagino que fue un truco por la dificultad de la pieza. Pero la tocaron muy bien para el tiempo que tuvieron. Eso sí, en futuras interpretaciones sí me gustaría poder estar ahí, hablar con el director o directora, etcétera.
¿Qué proyectos tiene sobre la mesa ahora?
—Estoy recibiendo mis primeros encargos y ahora tengo dos proyectos a los que dedico mucha energía, Blau Salvatge Ensemble, mi conjunto de jazz con el que sacamos disco, que presentamos en Bunyola el 25 de septiembre, y el grupo Alanaire. Me siento cada vez más cómodo en estilos diferentes y ahora me gustaría ir consolidándome poco a poco.
¿Es común que un compositor se centre en un estilo único?
—Los buenos suelen tocar de todo, aunque la tendencia es que se centren en un nicho de mercado. Al final acaban siendo burbujas que a veces se fusionan, pero tienden a ir separadas. Yo quiero ir probando, de hecho, empecé a meterme en el jazz porque quería entrar en esa burbuja que notaba tan lejana.
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