El escritor y dibujante Juarma, posando en Palma. | Jaume Morey

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Cristina Morales, autora de la radical y reconocida Lectura fácil, se refirió a la primera novela de Juarma, Al final siempre ganan los monstruos (Blackie Books, 2021), como «Trainspotting en un pueblo de Graná». Si bien la ­–posiblemente– gran mayoría de autores lo consideraría un gran halago –además de una buena publicidad–, Juarma prefiere rehuir de toda etiqueta. Aunque esté relacionada con el maestro Irvine Welsh. «Entiendo que se pueda relacionar con Trainspotting, pero para mí la historia es diferente. Es verdad que sale mucha droga, pero yo estaba escribiendo más de abusos, de malos tratos, de la educación que nos dan y de qué manera se nos enseña a ser hombres. No me gustan mucho las etiquetas. ¿A quién le gustan?», justifica. Juarma, apodo con el que se da a conocer Juan ManuelLópez, presentó ayer en la librería Rata Corner esta controvertida novela junto a Nacho Jiménez, jefe de esta sección.

Efectivamente, Al final siempre ganan los monstruos está protagonizada por un grupo de amigos de toda la vida de un pequeño pueblo de Granada. Unos treintañeros que no tienen perspectiva de futuro, que subsisten como pueden y se han criado en un ambiente violento, tanto en su propia casa como fuera de ella, presenciando el maltrato a sus madres y sufriéndolo también en sus propias carnes.

«La violencia machista no tiene su origen solamente en el alcohol o en la cocaína. Los personajes recibieron palizas y golpes desde pequeños, no siempre hay que echar solamente la culpa a las drogas. La educación es muy importante, la forma en que se suponía que tenías que hacerte un hombre, yendo a la mili por ejemplo. Y cómo se supone que tiene que ser un hombre. Todo esto marca mucho», subraya. «También me interesaba contar el tema de las plantaciones de marihuana. Esa preocupación constante por vigilar que no te roben las plantas, o por cuidarlas... Yo intenté mostrar todas esas violencias, mezclando también pasado, presente y futuro», detalla.

Los protagonistas, –el Juanillo, el Jony, el Lolo, la Vanssa y el Cucaracha– sufren y conviven con un profundo «hastío» y «frustración» por la precariedad. Todo ello se combina con    la espiral de violencia, drogas y lo que esto supone: un círculo vicioso de mentiras. Sobre este punto, Juarma advierte que «en esta novela todos los personajes te están mintiendo todo el rato. Cada uno cuenta su versión e intenta convencerte de algo. Antoñica, que tiene dificultades para hablar y expresarse, es la única que no miente. Todos intentan salir para adelante, algunos incluso idealizan su infancia y juventud, que fueron asquerosas y un infierno. Pero usan la mentira para protegerse», analiza. Con todo, Juarma, insiste «no juzgo ni doy lecciones morales a nadie; simplemente les dejo hablar».

Sobre la precariedad, Juarma tiene claro que «en el libro se muestra la crisis del ladrillo, pero ahora estamos en otra. La verdad es que no recuerdo una época de mi vida sin crisis, siempre he estado amargado por el dinero, asfixiado. Y no veo ningún entusiasmo por cambiar eso». Y cuando parece que llega el «amor bonito» a los personajes de esta historia, esa espiral de violencia y mentiras vuelve a empezar. Y es que, insiste Juarma, al final siempre ganan los monstruos.