Es Arnau Tomàs quien nos explica que el repertorio escogido para el festival es «un clásico nuestro, un plato de la casa que ya es especialidad nuestra». Sobre el hecho de subirse de nuevo a un escenario, Tomàs explica que «ahora lo disfrutamos más que antes y lo valoramos mejor» porque, con la pandemia, «tuvimos un parón de medio año y cuando algo te falta, siempre lo echas más de menos».
Lo mismo ocurre, según su opinión, con el público, al que notan en sus diferentes actuaciones con «más ganas». Además, para Tomàs, el contacto con la música tras todo lo ocurrido durante la pandemia puede ser entendido como algo «muy positivo» porque «el ser humano necesita evasión cultural, ya que la música alimenta el espíritu y el sentido de por qué estamos aquí. Son los intangibles para la supervivencia que necesitamos», explica el músico.
Democrático
Además, Tomàs también considera que el hecho de que existan cuartetos de cuerda sirve como ejemplo de una «sociedad avanzada» porque «hay una democracia instintiva mayor que en la política o la que tiene que ser comunicada a través del lenguaje verbal».
Dicho de otro modo, mientras que en los parlamentos y en las plazas la razón y sus argumentos tratan de persuadir, la música del cuarteto, a través de sus «acciones y reacciones contrapuestas y su lenguaje de sonidos, acaba siendo un foro de cuatro opiniones contrastadas» que no convence, sino que conmueve.
Por esta razón es que Tomàs comenta sin dudar que la música es «el lenguaje más directo» porque, a diferencia de las palabras y su «componente mediado», la música es «va directa a las emociones y al tejido emocional de las personas, siendo más inmediata que el resto de variedades lingüísticas».
En este contexto inmediato de notas interpelando sentimientos y emociones, la música de cámara, la que él y su cuarteto interpretan, aparece como «la poesía de la música clásica», ya que su lenguaje es «más personal e íntimo» que las composiciones sinfónicas y, por lo tanto, su experiencia resulta más «interesante».
La explicación de esta diferencia entre las composiciones de tipo sinfónico y las de cámara se encuentra, según señala Tomàs, en que «cuando los compositores creaban sinfonías o espectáculos grandes se jugaban la taquilla y hacían un tipo de música pensando en el éxito inmediato, pero como con la música de cámara no se ganaban la vida, se permitían un estilo más experimental donde hacían cosas que no se atrevían a probar en las sinfonías», indica. Por esta razón, se trata de «una música más valiente que se hace algo más difícil de escuchar, sí, pero también más interesante», detalla el violonchelista catalán.
El sábado 18 de septiembre, desde Pollença, el prestigioso Cuarteto Casals dará una nota íntima a las composiciones de Haydn y Mozart con toda la energía posible, ya que «estamos como en un renacimiento y llegamos a los 25 años con más ganas que nunca». Demostrando que, efectivamente, les queda cuerda para rato.
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