Maria del Mar Bonet, anoche, durante el recital que ofreció en Son Amar. | Laura Becerra

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Que la vida es un viaje lo sabemos desde Homero. Maria del Mar Bonet inició el suyo hace más de medio siglo y sigue sin divisar tierra firme. Fue una de las voces destacadas de la Nova Cançó, una escena que recogía el testigo de la intensidad intelectual francesa. Desde entonces, ha buscado ritmos y sonoridades en ese pozo de sueños que es el Mediterráneo y los ha transformado en canciones dulces y poderosas, rara mezcla que pocos han sabido convertir, como ella, en resonante belleza.

En estos 50 años, la mallorquina ha timoneado todas las modas, doctrinas y tendencias hasta llegar aquí, indemne y convertida, a pesar de su hippismo subterráneo, en la más moderna de todas. Este sábado, alzó el telón del 14º Jazz Voyeur Festival en el auditorio de Son Amar, arropada por la Big Band Begues dirigida por Toni Cuenca.

No todo es impostado en esta era digital e impersonal. Maria del Mar Bonet es real. Su voz es una poderosa verdad a la que aferrarse, una certeza que lleva más de medio siglo brillando. Su credo se reza a coro, como anoche en Palmanyola, donde dio sentido a un repertorio que funde el Mediterráneo –reserva espiritual y eterna fuente de inspiración de la artista– con el jazz y el swing de vieja escuela. El setlist incluía canciones de Guillem d’Efak, canciones de los hermanos Gershwin adaptadas al catalán y un homenaje a uno de los grandes de la música popular mallorquina: Bonet de San Pere.

La artista se sumergió en un recital que mostró las conexiones que unen la canción de autor mediterránea, ratificando la vigencia de algo tan aparentemente sencillo y a la vez complicado, como es lograr conmover con la voz y la palabra. Aunque tampoco hace falta demasiado cuando se tiene una voz como la suya.

A esta mallorquina universal le gustan las músicas con filosofía, géneros que encierran una forma de plantarle cara a la vida, al tiempo, a su paso y a su futuro inescrutable. Se encuentra entre esos creadores privilegiados a salvo de las modas y las oscilaciones comerciales. Sus canciones encandilaron a un público cercano, entregado a la calidez de uno de sus autores referenciales. Y es que todos han vivido alguna emoción envuelta en su música. Y eso crea un vínculo indestructible.

Intensidad

Sensual, cálida, exquisita… se agotan los calificativos para describir a María de Mar Bonet, una artista que impregna todo lo que toca con un barniz delicado que desborda intensidad, forjando creaciones íntimas pero universales. La mallorquina estuvo bien arropada por la Big Band Begues, una asociación cultural que busca incentivar el conocimiento y consumo de la música. Todo ello bajo la dirección musical del director, compositor, productor y bajista Toni Cuenca