Lo primero, enhorabuena por el premio, ¿cómo lo recibe?
— Agradezco los premios y aunque vaya a mi nombre, lo comparto con un gran conjunto de personas. Tengo que agradecer a la Obra Cultural que premien algo que tiene que ver con la música, porque a veces se dan a otros sectores considerados más culturales, pero la música lo es y estos premios deberían extenderse más por el sector.
Todo empezó con Joana Lluna en 1982 y Joan Bibiloni, ¿cómo lo recuerda?
— Bueno, todo empezó desde la visión de un botiguer que en 1980 abre Xocolat que es el soporte de la discográfica durante todos estos años. Cuando la monté me decían que estaba loco, pero yo me dije: es ahora o nunca. No sabía nada ni tenía preparación, pero la ilusión fue lo que me disparó y Joan Bibiloni fue el detonante. Él venía mucho por la tienda cuando estaba en la calle Estanco y nació la posibilidad de hacer un disco. Nada de un sello, sino solo un disco, pero ha sido importantísimo porque sin saberlo abríamos una puerta a otros. Luego, Tomeu Penya nos enseñó que había negocio y continuidad. La suerte es que empezamos en los 80, y estaba todo por hacer.
¿En sus pronósticos más optimistas preveía llegar tan lejos?
— La verdad es que ni lo pensé. Cuando eres joven, o al menos en mi caso, trabajas a corto o medio plazo y mi visión era disfrutar del día a día y de un sector que me encantaba, el de la música. Poder interactuar con los protagonistas, los músicos, fue ya genial porque siempre he sido más artista que empresario.
¿Considera que han dado ejemplo de cómo hacer las cosas?
— Bueno, no lo sé. En cierta manera, al ser un territorio pequeño, sí que hemos sido ejemplo de que se pueden hacer cosas con valor universal. Además de apoyar al catalán de Mallorca, claro, porque casi todo nuestro catálogo es en nuestra lengua y hemos sido una gran vía de expansión para el catalán de aquí.
¿Hubo piedras en el camino?
— Muchas veces las piedras son mentales. Parámetros que te pones o creer que no estás preparado. Para mí era una grandísima responsabilidad que un creador depositara su creatividad en mis manos, porque un porcentaje muy alto de su camino dependía de mí y me preguntaba si podía con ello. Pero al final la balanza de satisfacciones está muy por encima de las decepciones.
De todos estos años, ¿se queda con algún momento en especial?
— Es difícil porque hay varios. Al principio nos emocionaba mucho cuando llegaban las cajas con las novedades. Abrirlas era algo descomunal, y esto se ha perdido porque ahora todo es digital. Luego, también fue emocionante abrir Discmedi en Barcelona o ir a Cuba y trabajar con gente como Silvio Rodríguez, Chucho Valdés u Omara Portuondo. No me podía creer que colaborara de tú a tú con los grandes del jazz o la música cubana. Fue tan especial que no quiero volver a Cuba porque no igualará esos recuerdos.
¿Cómo ve el presente y el futuro de Blau y Xocolat?
— Ahora, mi gran satisfacción es trabajar con mi hija y que se integre en lo que he hecho hasta el punto de que preguntan más por ella que por mí. No sabe el marrón en el que se ha metido. Sobre el futuro, un gran concierto con los músicos vinculados al sello, pero es difícil porque requiere inversión y las cosas están como están. También sacamos Onze llunes, un homenaje a Blau y a Joan Bibiloni en el que diferentes artistas versionan Joana Lluna. Y como reto de futuro encontrar el equilibrio entre producción y retorno. No hablo de hacernos millonarios, que no sabría ni serlo, sino de darnos continuidad.
2 comentarios
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homenatge més que merescut¡¡¡
Enhorabona Miquel Àngel !!