El periodista Ignasi Aragay, autor del ‘Diccionari Montaigne’ que reedita Ensiola. | Pere Virgili

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Cuando nos topamos con un gran autor es como experimentar un momento crucial en la vida. Sus reflexiones suelen quedarse con nosotros hasta el punto de que nos parece verlas en todas partes. Es como observar el mundo a través de unas lentes diferentes a las que habíamos usado hasta ese instante. Siguiendo esta analogía, Michel de Montaigne sería un gran optometrista o, al menos, lo ha sido para Ignasi Aragay, periodista que reedita con Ensiola su Diccionari Montaigne. En él, Aragay no pretende abarcar la inmensa obra del autor de los Ensayos, género que el francés inauguró, sino «dar un aperitivo, una tapa de su obra. La comilona vendrá luego», dice.

Aragay explica que esta nueva versión nace a partir de Guillem Frontera, «quien me llamó porque quería reeditar el libro y yo dije que adelante». A partir de ahí, todo fue «añadir cosas y mejorar otras» para darle a este libro, que salió originariamente en 2008 en el sello Pòrtic, «una segunda vida» del mismo modo que el propio Montaigne «también recobra nuevas vidas como clásico que es».

Paralelismos

Una segunda vida que se nutre de los paralelismos de la actualidad con el autor francés, cuya sola vida sería capaz de llamar la atención de los lectores. Es el propio Aragay quien lo detalla: «Montaigne se autoconfinó durante una década para escribir y luego, tras viajar por Europa, fue nombrado –sin él quererlo– alcalde de Burdeos cuando llega la peste y vuelve a confinarse hasta completar el tercero de los volúmenes de sus Ensayos».

Es en esos escritos tan introspectivos donde emerge el auténtico autor y su persona. «Hace autoinspección de la gran panorámica de la condición humana», pero va más allá. Según Aragay, «fue el primero en hablar de la subjetividad desde el ensayo e inventa el autorretrato literario haciendo el que será el más influyente de la historia». De todo esto, el Diccionari Montaigne de Ensiola ofrece un apetitoso aperitivo de 730 pensamientos del autor que son un ejemplo de «lo avanzado que era al exponerse a sí mismo desde la subjetividad más desnuda y sin ser autocomplaciente, sino crítico».

Esa circunstancia, la de la exposición no autocomplaciente, es algo que para el periodista choca con nuestra sociedad, en la que hacemos lo mismo, solo que al revés completamente: «Montaigne lo cuenta todo. Sus enfermedades, sus sensaciones, es el mejor compañero de viaje. Es lo mismo que hacemos en las redes sociales, solo que él lo hace dialogando con los grandes maestros grecolatinos y desde la crítica, mientras que nuestra exposición en redes es acrítica». Dicho de otro modo, si «Montaigne escribiera hoy, sus frases serían tweets, porque es transparente, solo que lo hace desde la Literatura, con mayúsculas».

Ahora bien, Aragay avisa de que «la selección de textos que hace en el Diccionari es totalmente subjetiva», como debe ser, y sirve para dejar con ganas al lector de «sumergirse» en los escritos de «uno de los últimos humanistas», referente de tantos, como Josep Pla y Jaume Fuster, a través de los cuales Aragay dio con Montaigne.

El Diccionari Montaigne, en definitiva, es una segunda vida para un libro que se asoma por temas ordenados alfabéticamente al universo personal de un autor que tuvo claro que «tenemos que conocernos a nosotros mismos para relacionarnos con los demás porque en el interior de cada uno está toda la condición humana, de la que forman parte las diferencias a las que hay que dirigirse con mirada abierta». Una visión del mundo diferente, con unas lentes nuevas.