Miró explica que él tenía una idea más o menos clara de lo que quería contar, pero la historia va por sus propios derroteros y le está llevando cada vez más a querer «hilar más y más cabos» ante preguntas que permanecen sin respuesta.

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Cuenta el solleric Guillem Miró que mientras llevaba a cabo Avistament 1978, el cortometraje que se proclamó ganador del Mallorca Film Confinats y que pude verse en el Festival Internacional de Sitges, no podía imaginarse todo el recibimiento y la reacción que suscitaría. «Ese corto lo hice porque estaba aburrido, pero luego empezaron a llegarme una cantidad enorme de mensajes de gente pidiéndome más información. La verdad es que no me esperaba que hubiera tanta gente interesada». Incluso algún colaborador deDiscovery Max llamó a su puerta, figuradamente. Claro, ante tal respuesta, solo quedaba ponerse manos a la obra y aquella cinta, de 9 minutos de duración, se prepara para dar el salto a un largometraje que ya está bastante avanzado.

Los antecedentes son muy interesantes. Les ponemos en ellos: año 1978, unas 5.000 personas se reúnen en Sóller para el avistamiento de un ovni (objeto volador no identificado). Algunos testigos aseguran verlo. Se corre la voz y aparecen personas, a cada cual más curiosa, que, a modo de gurús o casi mesías, hablan en público en favor de los ovnis. Eventualmente, los militares entran en un bar y se llevan la documentación y fotografías. El resultado final fueron millones de preguntas y pocas respuestas.

Guillem Miró.

El propio Miró explica que «la idea es investigar qué pasó y seguir los trazos hasta hoy» y confiesa que «el tema de los ovnis ni siquiera me interesaba, pero la historia llama y siempre que hablamos de esto es interesante». El proceder, hasta ahora, es bastante habitual: «Nos estamos reuniendo con los testigos presenciales para que nos cuenten qué recuerdan y cómo en un contexto que une ‘hippies', la Transición, la apertura y platillos volantes.Solo te puedo decir que la idea que tenía antes de empezar ya no existe, y el camino que está cogiendo la historia no tienen nada que ver». Dicho de otra manera, «nunca podría haber escrito lo que nos están contando», avanza Miró que prefiere guardarse, de momento, lo que ha encontrado.

Uno de los principales escollos, por el momento, está siendo localizar a algunas de las personas que tuvieron un papel importante y que muchos testigos referencian, pero de los cuales no tienen nombres. Por ejemplo, «me hablan de un tío que iba para cura y que daba sermones con la Biblia en una mano y una bolsa de marihuana en la otra». O, por otro lado, siguen llegando cartas de personas interesadas, como «una mujer mexicana que pregunta por una estatua de Buda que tenía Joan Coll, quien murió tristemente hace siete meses y no podrá ver el documental». «Lo mágico sería encontrar a todo el mundo involucrado y que den su versión, su punto de vista». Solo así será posible «responder las preguntas que quedan por contestar y podremos intentar recuperar lo que los militares requisaron para ver lo que había, fuera lo que fuera». Y si algo deja claro Miró es que por más que haya muchos indicios, el largometraje oculta «muchas sorpresas» que no son fáciles de prever.

Imagen de la GuardiaCivil llegando al pueblo para requisar imágenes.

Comedia negra

Por otro lado, Miró también tiene otro proyecto en marcha, una comedia negra titulada Mario que cuenta la historia de varios personajes que se unen en la fiesta de cumpleaños de un «un tío que es genial», pero que cuando empiezan a hablar «se dan cuenta de que no todos tienen la misma idea de él». Proyecto que está en fase de financiación y que cuenta con la colaboración Somera Produccions con la idea de estrenarla en 2024.