Masé Jara. | R.C.

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En Petit Abisme, Masé Jara se sumerge, con respeto y sensibilidad, en una sonoridad reposada que evidencia las conexiones entre la canción de autor mediterránea, el pop y el jazz. Lo hace ratificando la vigencia de algo tan aparentemente sencillo y a la vez tan complicado, como es lograr conmover con la voz y la palabra. Aunque tampoco hace falta demasiado cuando se posee una voz tan hermosa como la de esta joven cantautora palmesana.

Petit Abisme desliza un compendio de canciones que reflexionan sobre la vida, es música con filosofía, un género que encierra una forma de plantarle cara a los problemas. «El punto de partida de estas canciones son mis ganas de compartir la música que compongo», expresa con sencillez. Sus letras andan tras la pista de «sentimientos que puede haber sentido cualquier persona y que no tienen que ver con el amor romántico, un tema del que ya tratan muchas canciones». El miedo a la soledad y el misterio del futuro, convertido en una página en blanco, son el combustible que alimenta su motor creativo, en el que siempre sobresale un elemento común: la sinceridad. Y es que, para nuestra protagonista, la música es «como una pintura al desnudo del alma de quien la escribe, y expresa emociones de la manera más sincera».

Pese a sus buenas intenciones, Masé Jara no ha inventado nada, el cruce entre canción mediterránea, pop y jazz lleva años dándose. El mérito, el atractivo que la distingue del resto, es el compás que infringe a sus canciones. Nítido, cadencioso, melódico, ondulante. Argumentos que consiguen que su personalidad musical sea, además, poética. Y empática y solidaria. Lo demuestra en Cançó per a Milo, un corte que se desmarca del resto del álbum. «Es una canción de cumpleaños que compuse para Milo, un bebé de 11 meses que estaba grave en La Vall d'Hebron, esperando un trasplante de corazón». Milo es el hijo de una amiga de la artista, que le pidió que le cantara el tema por su primer cumpleaños. «Ellos estaban en el hospital esperando un corazón para su hijo y aislados por la pandemia». Es una historia con final feliz, «al día siguiente le trasplantaron y ahora es un niño feliz y grande con una canción de cumpleaños personalizada».