La escritora Djuna Barnes (Nueva York, 1892-1982) estudió arte.

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LaBreu Edicions publica El bosc de la nit, de Djuna Barnes. Se trata de «un libro icónico, un clásico modernista y una de las primeras novelas que retrató explícitamente la homosexualidad». Lo traduce Laia Malo, quien lo presentará esta tarde, a las 19.00 horas, junto a Biel Mesquida, en la Fira del Llibre de Palma. El volumen incluye un prefacio de T.S. Eliot y una introducción de Jeanette Winterson.

«Barnes trabajó muchísimo la escritura de esta novela, hizo muchas versiones y tuvo que soportar mucha censura. Pero la crítica la posicionó como una gran autora de su tiempo, al lado del Ulises de James Joyce», compara Malo. La novela, cuenta, se nutre de historias de amor protagonizadas por «personajes que no encajamos dentro de las definiciones de feminidad y masculinidad, y que intentan reinventar la propia historia para aspirar a una opción diferente de futuro». El París de 1920 es el escenario de la novela, «una ciudad europea donde la noche es el único mundo donde se puede vivir de manera alternativa a las leyes de las instituciones o la clase».

Portada del libro.

Introducción

En la introducción, Jeanette Winterson afirma que se trata de un «nanotexto» que provoca «cambios significativos durante largos periodos de tiempo» y que, aunque no llega a las 200 páginas, son más los que han oído hablar del libro que no los que lo han leído. En este sentido, Malo reconoce que «la recepción del público siempre ha sido buena, pero minoritaria, clandestina». «Ni siquiera nuestros escritores, a excepción deMaria Mercè Marçal, la han citado demasiado», lamenta.    «Es algo sorprendente porque su valor literario, como creación de lengua y forma, es indiscutible», insiste.

Por su parte, T. S. Eliot, en el prefacio, afirma que es una novela que «el lector corriente» de este género no está preparado para afrontar porque «es una novela tan buena que solamente las sensibilidades educadas en la poesía podrán apreciar del todo». Sobre esta sentencia, Malo puntualiza que «el propio T. S. Eliot se arrepintió de haber dicho eso porque pensó que tal vez había asustado a algunos lectores que no se consideran preparados para entender y disfrutar de la poesía».

En cuanto al principal reto de la traducción, Laia Malo asegura que «uno de los principales méritos del libro es que Barnes hizo un ejercicio de lengua brutal para hablar de unas cosas que en la calle sí que se hablaban pero no en los libros. Tuvo que moldear e inventar léxico y estructuras para decir muchas cosas que todavía no se habían dicho». Por ello, declara, «lo difícil ha sido traspasar la mezcla de registros de la misma manera que ella lo hace. Es decir, que suene natural, pero a la vez que conserve el tono vanguardista y el ritmo. Porque, en realidad, acabamos de empezar a usar con normalidad el vocabulario que ella se inventó, como queer o trans».