El cantante y compositor Robe Iniesta actuará en Palma el 20 de este mes. | Kiko Huesca

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Como todos los misterios, Robe Iniesta escribió sus relatos en las sombras de lo inescrutable, despertando el encendido fanatismo por sus poesías descarnadas. En su periplo en solitario, el líder de Extremoduro no ha abandonado su visceral, salvaje y romántica esencia, sigue siendo el mismo juglar del amor y el desencanto que nos levanta el ánimo al estilo del blues, con verdades como puños, sin las falsas promesas del pop. Este poeta maldito que acuña lo bello y lo sombrío en sus letras, escritas con las tripas abiertas, con la tinta de su sangre, sudor y lágrimas, presentará el 20 de agosto en Son Fusteret Mayéutica, una apabullante obra que desafía las tendencias de la música actual, un complejo disco rockero de una sola canción donde reivindica a los filósofos clásicos.

Cuando empezó, R.E.M., Alice in Chains y Jane’s Addiction eran los artistas más rupturista. Hoy, el reguetón ocupa ese lugar transgresor. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
—Hoy, hacer música es más fácil, apenas necesitas discográfica, hay más herramientas y posibilidades, pero no creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor.

Su último disco se titula Mayéutica, que es un concepto filosófico consistente en hacer preguntas a alguien para que alcance la verdad por sí mismo… ¿Esta maniobra esconde algún mensaje entre líneas?
—En la música no creo que haga falta que un maestro te haga preguntas para que consigas conocerte.

¿Cómo vive el proceso compositivo, le remueve heridas?
—Sí, cuando escribo soy un poco espectador, no puedo planificar, no puedo decir voy a hacer algo alegre o triste, escarbo dentro de mí y sale lo que sale. Si el resultado me emociona con eso tengo suficiente.

¿Le aburre la corrección política de nuestros días?
—Puffff… me hastía.

En la época de las grandes discográficas, los grupos empezaban sin más pretensiones. Ahora nacen queriendo ser estrellas. ¿Se ha ido el circo pero se han quedado los payasos?
—Es triste cuando ves a gente que está empezando y te dice que quiere ser famoso. Que te guste lo que haces y ser reconocido por ello debería ser el camino.

¿El mensaje del rock ha perdido identidad en los últimos años?
—Por supuesto, ahora la transgresión se encuentra en otros géneros, en la música nueva que se está haciendo.

Imagine que su mánager le ofrece una colaboración con el reguetonero del momento...
—Hay que tener claro que yo para cantar me lo tengo que creer porque sino me siento ridículo.

¿Con tanto halago de público y prensa, ¿no corre peligro de aburguesarse?
—Para los artistas ese reconocimiento es importante. Hacer arte no es como hacer una pared, que está bien o mal hecha y no hay más discusión. No hay una regla con la que medir el arte y es necesario tener la autoestima alta para atreverte a hacer cosas.

¿Madurar es empezar a mirarse hacia dentro y hacer discos más introspectivos?
—No sé cuanto tengo de introspectivo, cuando escribo canciones no sé si lo hago mirando hacia adentro o hacia otra época.

¿No se está perdiendo el valor de una canción con tanta sobreproducción?
—Sí. Para mí la música buena es la que aguanta el paso del tiempo. Hoy los chavales oyen música con una especie de aborregamiento, hay gente que saca una canción y en una semana tiene más escuchas que tú en toda tu puta vida.

¿No habíamos quedado en este país que la música es cultura?
—Solo cuando les interesa y menos si hablamos del rock. Vivimos en precario, si tienes suerte puedes vivir de esto, pero ¿qué porcentaje puede hacerlo?

Dylan afirmó que «jamás le diría a mis fans que mis letras no significan lo que creen». A usted ni el viejo Dylan le gana a críptico…
—Estoy totalmente de acuerdo con él. Las canciones hablan de lo que la gente cree que hablan. Qué cojones le importa a nadie lo que que yo estaba pensando cuando la compuse. Lo que cuenta son las emociones que a ti te despierta.

¿Una gran letra puede hacer extraordinaria una canción mediocre?
—Hay gente que escribe muy bien, pero luego la música así, así. Para mí las dos cosas van muy unidas.

¿Se puede escribir sobre sensaciones que no se han experimentado y hacerlas creíbles?
—Sí, lo que manda es la imaginación, no tienes porque haberlo vivido para saber lo que se siente.

¿Poner el punto final a Extremoduro tuvo un punto liberador para usted?
—Sí, y ahora estoy muy contento, tengo una banda con la que me gusta mucho tocar, es una gozada.