«Siempre he querido venir a Mallorca y que me dieran el premio me pareció la mejor excusa», confesó con buen humor. Lachman habló de su labor en el cine como «ser un arquitecto del espacio fílmico» y como el encargado de «contribuir a la visión del director a través del subtexto sutil de las imágenes», siendo consciente de que «la forma en la que se rueda algo tiene un impacto diferente en los espectadores». De hecho, para Lachman es obvio que «es la forma lo que dicta el contenido, no al revés». Lachman, como se ha dicho, ha trabajado con grandísimos cineastas, y él mismo habló de que «Todd Haynes siempre es muy estimulante y que propone siempre un reto», de manera que «tienes que trabajar para saber qué busca y qué quiere». Recientemente ha trabajado con Pablo Lorraín en Chile, y de él dijo que «tiene toda la película ya en su cabeza y tienes que ponerte muy al día con él cada dos por tres».
De hecho, fue en Chile donde tuvo un accidente durante el rodaje que le rompió la cadera y que ahora le hace ir en silla de ruedas. A pesar de ello, está en la Isla, donde también quiso comentar cómo ha sido la experiencia de trabajar en América Latina: «Yo lo describiría como el trabajo del 'mañana sí', porque a todo lo que pedían, por no decirme que no, me decían: sí, sí, mañana sí, pero luego ya aprendí que quería decir que no», relató con buen humor. En cualquier caso, la experiencia ha sido buena. Lachman, a su vez, también habló de sus inicios en el mundo del cine como algo que empezó un poco de rebote. Su padre era propietario de un cine e importador de un tipo de bombilla para cine, pero eso no le atraía demasiado. «Yo estudiaba arte, pero hice un curso de introducción al cine y vimos la película El limpiabotas, de Vittorio de Sica, y me impresionó mucho poder contar una historia solo uniendo imágenes, sin hablar». Esto le motivó a empezar a hacerlo él con Super 8 y la gente, al ver sus resultados, «me empezaron a pedir que les fotografiara, pero nunca me lo tomé muy en serio». Lo que hizo que finalmente prosiguiera fue algo más prosaico, pero igualmente motivador: «¡Me pagaban!» (risas).
Lachman también dio detalles del día a día de su trabajo y señaló que cuando dirige cintas, algo que también ha hecho alguna vez, «muchas veces tengo muchísimas dudas porque hay mil formas de hacer las cosas, pero si solo estoy detrás de la cámara todo lo tengo claro». Preguntado sobre por qué le ocurre esto, contesta que: «Normalmente el trabajo del director de fotografía es sacar el día adelante y todo el mundo te ayuda a hacerlo, pero si eres el director de la película todo el mundo depende de ti. Y yo quiero ser el problema, no la solución», destacó.
Asimismo, Lachman también confesó que prefiere «trabajar con el mundo real, aprovecharlo» y puso un ilustrador ejemplo de lo que no le gusta y que suelen hacer en «las películas de Hollywood»: «A lo mejor necesitas rodar una escena al atardecer, pero por temas de agenda o lo que sea el actor no está disponible, y te dicen que recrees el atardecer. En el cine independiente lo que harías sería aprovechar el atardecer real y por eso siempre he querido tener un pie para trabajar en Europa, donde este cine es más habitual». Finalmente, Lachman relató alguna anécdota de algunos de sus trabajos, como que le encanta trabajar con Cate Blanchett por ser «muy inteligente y muy buena» y contó que «en mis películas siempre hago fotos con Polaroid para calibrar la exposición y tengo cientos y cientos de ellas con muchos artistas y fue gracias a Blanchett que me di cuenta de que podíamos hacer alguna exposición con ello que hemos llevado a cabo».
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