Vuelve a situar la novela en Mallorca. ¿Cómo surgió este regreso?
— Es una novela que hace tiempo que estaba pensada. Me apetecía escribir sobre mi experiencia en la prensa en los años 90. Entré a trabajar en el Diario Baleares el 17 de julio de 1994, cuando todavía ni había internet en los ordenadores, y estuve allí hasta 2005. Marc Moreno, de Llibres del Delicte, me dijo que para celebrar el décimo aniversario querían que los autores que habíamos apoyado el sello desde el principio publicáramos un nuevo título. Le comenté que querría lanzar la novela más punki que había hecho, le conté la historia y le pareció genial.
Nadie se salva en esta historia. La corrupción salpica desde Cort hasta la policía y el periodismo.
— Es que somos una sociedad mediterránea y, como tal, se basa en la corrupción a pequeña y gran escala. Una vez en Barcelona estaba hablando con un colega que quería poner en marcha un proyecto cultural y le dije: ‘Llama al director general'. Se quedó de piedra. Y es que en Mallorca no eres nadie si no tienes el contacto de cinco o seis directores generales del Govern. No es porque seamos más chulos que nadie, sino porque aquí todo el mundo se conoce. A partir de ahí se conforma una sociedad basada en hacerse favores unos a otros. No hablo de una súper trama de corrupción, que puede haberla, sino de cosas pequeñas como llamar a un regidor para que coloque tus hijos en un buen sitio de la cabalgata. Y de ahí es verdad que pueden hacerse cada vez favores más grandes. El límite debería ser el no robar dinero de las arcas públicas.
El humor está muy presente. Hay un regidor de cultura que no quiere serlo porque todos los artistas y escritores son «rojos, maricones y separatistas». Prefiere dedicarse a su empresa funeraria, usando las neveras de los cadáveres para guardar la merienda.
— Y fue así de verdad, muchos lectores reconocerán a este regidor. ¡Es una frase que dijo delante de mí! Es cierto que hasta principios de los 2000 no había llegado lo políticamente correcto. Ahora vamos con más cuidado con lo que decimos. La verdad es que se decían grandes barbaridades y la gente no se escandalizaba mucho. Lo raro era lo de antes, no lo de ahora.
La cultura es el motor de la novela. De hecho, toma el título de French Connection y hace referencia a un filme ficticio para robar el famoso cuadro en Son Banya.
— La cultura siempre tiene un papel importante en mis libros. Quien quiere rodarla es un director que no logra financiación. ¿Quién puede financiar películas en Mallorca? Esto no es Hollywood y somos incapaces de hacer una película de Marvel. Si lo piensas bien el mundo cultural en Mallorca, pero también en Catalunya, está muy mal. Hubo un momento en el que los artistas plásticos tuvieron una época de esplendor gracias a la inversión de hoteleros y extranjeros. Pero los proyectos mallorquines que han triunfado es porque se han ido fuera. AntòniaFont, por ejemplo, o el escritor Guillem Frontera, cuyo redescubrimiento ha sido gracias a la prestigiosa editorial catalana Club Editor.
Es una novela que se nutre mucho del cine.
— Intenté que los diálogos fueran un homenaje a las novelas negras de los años 30, que eran muy vivos, que luego a su vez inspiraron las cintas de Hollywood de los 40. Asimismo, es la novela más mallorquina que he escrito. Algunos me han criticado el hecho de que los gitanos de Son Banya hablen mallorquín. Pero, ¿puedes demostrar que no haya ningún gitano de allí que no hable mallorquín?
También homenajea al cine español.
— Sí, sobre todo de finales de los años 90, cuando vivió un momento de gloria con filmes como Jamón jamón o Tesis. María Barranco, Javier Bardem, Emma Suárez o Carmelo Gómez protagonizaban todas las películas de esa época que eran, además, de mucha acción.
Por cierto, ella, la gitana que dirige el clan de la droga, es muy culta y le encanta leer.
— Los gitanos no son incultos, solo son gitanos. Tenemos un gran racismo asociado a estos clanes y a la cultura gitana que no siempre se corresponden con la realidad. Seguramente hay más gitanos que leen que no futbolistas.
La masificación turística es más que un elemento de fondo y es una trama importante. Para solucionar el problema, deciden matar a turistas para que no quieran venir.
— Es que la pandemia se suponía que tenía que revolucionar el modelo turístico y al final Magaluf y Punta Ballena están llenos hasta los topes, como siempre. Solo pueden pasar dos cosas: que haya un tsunami, que espero que no, que tire todas las plazas hoteleras de primera línea o que realmente el gobierno tenga una voluntad de cambiar las cosas. Y esto nunca pasará, gobierne quien gobierne. La otra opción es generar miedo y que no vengan los turistas o que sientan que no son bienvenidos aquí. Lo que propongo en la novela es algo demasiado radical y somos un pueblo pacífico. Mejor lo dejamos al mundo de la ficción, que queda muy divertido.
4 comentarios
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Claro, claro...
Qué dices? Si un gitano tiene un libro, seguramente será para calzar alguna mesa robada.
Hombre, a ver con el titular... la comparación es como mínimo desafortunada, cualquiera lee mas que un futbolista por dio!