«Nunca ha existido la magia», le espeta de malas maneras a Harry Potter su odioso tío, Vernon Dursley. Es bien sabido que prohibir a un niño hacer algo es un gran aliciente para que lo haga; pero sin duda el niño en cuestión tiene que tener poder y talento, como es el caso del mago más famoso de los últimos tiempos. Hoy, en el Día Internacional del Mago, nos adentramos de lleno en los mundos repletos de calderos de humos verdes y sombreros de pico que la gran pantalla nos ha regalado.
Dejamos de lado los spectro patronus y expeliermus para dar con los trucos que no pasan de la ilusión. Aparecen la entretenida Ahora me ves o, por ejemplo, El ilusionista, aunque si hablamos de predistigitadores hay que citar, sí o sí, El truco final, prodigiosa cinta protagonizada por un Christian Bale y un Hugh Jackman enfrascados en una batalla por ser el mejor.
Que los 80 son la década dorada del cine reciente no lo pone en duda nadie. La magia abunda en títulos como Gremlins, La historia interminable o Willow, sin olvidarnos de Lady Halcón o El cristal oscuro, mientras que en los 90 resaltan las películas en las que la magia se torna más oscura y terrorífica como El proyecto de la Bruja de Blair y Jóvenes y brujas o la cómica El retorno de las brujas.
Otro gran mundo lleno de varitas, hechizos y magos barbudos es el de la animación, con Disney, gran fábrica de sueños –y estereotipos, sí– a la cabeza. Con todo, no hay que infravalorar el esfuerzo por humanizar a la terrible Maléfica del clásico La bella durmiente con las dos –parece que habrá una tercera– películas protagonizadas por Angelina Jolie.
Y cómo no, está El señor de los anillos, ya sea la maravillosa trilogía de Peter Jackson (la primera, obviamente) o la fantástica cinta de animada de Ralph Bakshi, terrorífica y entretenida como ella sola. Y para acabar, citemos a Gandalf: «Un mago no llega ni tarde ni temprano, sino cuando se lo propone».
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