Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea formaron una de las bandas más influyentes del indie pop estatal.

TW
0

Un soplo en el corazón, primer y único álbum de Family –un dúo tan inmenso como discreto y misterioso– cumple 30 años. Este elepé, que inicialmente contó con una distribución restringida a 5.000 copias, es el testimonio más sincero del diletante mundo interior de Iñaki Gametxogoikoetxea y Javier Aramburu, así como del empeño y convicción que les llevó a elevar su música por encima de las barreras del tiempo, convirtiendo su delicado trabajo en un clásico instantáneo del pop estatal, y a ellos en una de las bandas más influyentes de la escena underground.

Las canciones de Family derriten las manecillas del reloj, te catapultan a un mundo lejano de «infinitos abedules de hermosura incomparable», tal y como cantan en uno de sus temas más sobrecogedores. No cesan aquí las cualidades de su música, también afectan al corazón, lo bañan de sinceridad. Los sentimientos más estúpidos se subliman y hasta el vino más amargo se dulcifica en ese universo idealizado llamado Un soplo en el corazón, legado vitalicio de un dúo capaz de modelar canciones de trazos simétricos y contornos redondeados, que toman relieve para atraparte y formar parte de ti.
Hay bandas que transmiten sensaciones universales, que se revelan siempre oportunas, siempre vigentes, siempre necesarias.

Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea
Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea formaron una de las bandas más influyentes del indie pop estatal.

Aramburu y Gametxogoikoetxea escribieron canciones que desde una habitación apuntan a las estrellas; canciones de una poderosa identidad, reflejadas en las atmósferas sombrías de La Mode, el hechizo electrónico de New Order, el encanto guitarrero de los Smiths y la voz enigmática de Carlos Berlanga. De ahí nacieron un puñado de gemas breves, avivadas por la sensación de que la felicidad carece de sentido sin el reverso de la tristeza, y la euforia emocional de estar enamorado no valdría de nada sin haberse sentido alguna vez completamente solo.