Existe un momento que decide nuestras vidas. El de Antoni Serra fue hacia 1960, tras abandonar sus estudios de Medicina en Barcelona ante la estupefacción familiar. Entonces se marchó a Valencia, donde vivía su tía Nofreta, una monja inteligente y muy bien relacionada, que pensó en buscarle novia y arreglarle la vida. Nofreta le presentó a una chica guapa que se enamoró de él, tan alegre y decidido. El padre, que era millonario, estaba encantado, y puso la expectativa de un piso en pleno romance. Pero algo no iba: «Yo lo que quiero es ser escritor -le confesó a ella- y es muy difícil ganarse la vida así». Ella no se decepcionó: «He hablado con mi padre. Te pondrá un despacho en su oficina, te pagará un sueldo, y allí podrás escribir todo lo que tú quieras». Y Antoni Serra salió huyendo, y hasta este sábado no paró.
IN MEMORIAM
La huida definitiva
11/03/23 22:04
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