Entre Valldemossa y Deià se oculta un lugar paradójicamente conocido y misterioso a la vez: Miramar. En el monasterio que alberga, Ramon Llull fundó una escuela en el siglo XIII y, seiscientos años después, lo adquirió el Arxiduc Lluís Salvador. Allí acudía a menudo Júlia Colom cuando era pequeña, de excursión. Por eso, para ella, Miramar simboliza un paisaje tan «trascendental» como «familiar», ahora «reventado por el turismo», que hace que suene «barater». «Cuando me hice mayor me hacía gracia que reflejara esos dos mundos, esa dualidad», confiesa. A este paisaje le dedica su primer disco, Miramar, que lanza hoy mismo con el sello La Castanya.
Un álbum de diez canciones muy esperado tanto por ella misma como por los seguidores de la cantante que llevan años acudiendo a sus conciertos, que le han llevado muy lejos de su tierra natal, hasta Estados Unidos o la India. A finales de 2021 lanzaba el videoclip de la canción Camí amunt, el primer tema que servía como preludio a lo que hoy llegará en forma de disco.
«Saqué la canción por necesidad. Es rarísimo, sinceramente, encontrar a alguien en activo que no haya hecho un disco y también lo es haber hecho tantos conciertos sin uno. La verdad es que llegó un punto en el que, orgánicamente, necesitaba que el disco corriera porque también me estaba cerrando puertas. Me querían invitar a un festival y me decían ‘ven a presentar tu proyecto'. Porque claro, algo tienen que decir que estoy haciendo, justificar mi presencia allí. Pero la verdad es que no tenía uno, al menos no físicamente. Por eso saqué Camí amunt, sabía que formaría parte de mi primer disco, pero todavía no lo tenía terminado ni mucho menos», cuenta Colom.
En este largo proceso, que incluye también la pandemia, la artista confiesa que no solamente se ha sentido cuestionada por los demás, sino también por sí misma. «Me decía a mí misma que no podía ser que no tuviera un disco, porque era joven y en el circuito actual se valora precisamente esa promiscuidad en la juventud, tienes que sacar muchos trabajos y todo tiene que ser espectacular, con fuegos artificiales. Yo era consciente de todo esto, pero primero quería acabar mi carrera en el conservatorio y tener tiempo, encontrar mi paz interior, algo muy complicado».
Juventud y tradición
A sus 25 años, Colom es un referente indiscutible de la reivindicación de la tradición y, sobre todo, de la transmisión oral. «Durante toda mi vida ha sido esencial y natural, pues he crecido con las canciones populares como repertorio en mi familia», admite. «Cuando vine a estudiar a Barcelona lo tenía tan incrustado que no pensaba que fuera algo valioso o que tuviera mérito. Años después me di cuenta de que mi caso era raro, porque hoy en día la única manera de aprender música es a través de las plataformas, de escuchar con altavoces; mientras que yo he aprendido a través del canto vivo y en directo, en persona», celebra. «El Cant de la Sibil·la y las tonades que conozco es gracias a la gente mayor que me las ha cantado. Por desgracia, eso ya no es tan común», lamenta.
El Cant de la Sibil·la es fundacional para Colom, pues significó su puerta de entrada a la música, por lo que no es de extrañar que la haya querido incluir en su primer álbum, aunque sea con una versión particular, Estròfica. «Vivimos despegados de la realidad de las cosas, desde la comida hasta la ropa y es normal en un mundo globalizado y no quiero ser catastrofista. No podía hacer que el folklore sirviera como para hacer fotos y para tener ahí un recuerdo de que un tiempo pasado fue mejor, porque no le encuentro sentido a esto. Así que decidí hacer algo interesante, para disfrutar e intentar que también gustara a la gente».
«Quería que Miramar hablara del ahora y de la Júlia de este momento, de lo que pasa en el mundo a través de mis ojos. La Sibil·la es un personaje femenino que nos describe cómo acabará el mundo y que habrá salvación para los buenos, que irán al cielo; mientras que los malos tendrán como destino el infierno. Pero no tengo tan claro que hoy en día exista la justicia, lo que realmente creo que existe es el caos, por lo que en mi versión de la Sibil·la quería dar espacio a este caos, pues lo que ella cuenta es demasiado perfecto y ordenado. En la canción vengo a decir que cada uno va a la suya, impera el sálvese quien pueda», matiza.
Otro tema, Enveja, habla de la hipocresía, algo «tan abstracto como real». «Quería poner encima de la mesa qué pasa cuando nos relacionamos con los demás, sobre los vínculos y los intereses que ocultamos. Para mí es un amuleto contra la envidia. Vuelve a hablar de las energías oscuras que habitan en nuestro interior y hacerlo, insisto, es también una manera de ayudarnos a todos». Para Colom, «la envidia se puede disfrazar de muchas maneras diferentes» y la canción empieza con sonidos electrónicos «y yo recitando como si fuera una niña tonta, pero diciendo algo muy serio». La penúltima, Canta para seguir, es en castellano, algo a lo que la cantante no le da más importancia que el hecho de que la compuso expresamente para Pol Batlle, que la acompaña.
El resultado es un disco «muy introspectivo que habla de la conexión profunda conmigo misma y de las cosas que me importan, tanto a nivel del continente como del contenido. Estoy presente en toda la coproducción de los temas, así que es un disco muy mío en todos los sentidos». «En Miramar hay mucha luz, pues habla de todo lo que a mí me hace sentirla. Opino que hablar de temas más oscuros también implica arrojar luz. Para que haya luz, tiene que haber oscuridad», razona.
El balance de Miramar es, por tanto, «positivo». «Estamos en un momento en el que hay una mirada y unos brazos abiertos a todo esto, tanto por parte de muchos artistas a los que además admiro mucho, como Silvana Estrada, María José Llergo, Maria del Mar Bonet o Tarta Relena, como por parte del público general. «No será mainstream ni sé si se puede tratar de movimiento, pero es verdad que hay una sensibilidad artística hacia proyectos como este. Y eso es algo que valoro y hay que celebrar».
Por el momento, lo celebrará en festivales como SXSW, en Estados Unidos, el Primavera Sound de Barcelona y el Primavera Sound de Madrid. En casa, lo hará en el Mobofest, el último fin de semana de julio en Porreres y en el Sons de Nit de Pollença, en agosto.
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