Una de las escenas más míticas de la película 'E.T. El extraterrestre'.

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La era de Internet y las nuevas tecnologías, enemiga de cuanto dejamos atrás, nos ha dejado un mantra: el pasado ha pasado, vive el presente. Como eslogan luce genial en el rótulo de la consulta de un psicoanalista, pero conviene recordar que no son pocos quienes, de tanto en cuando, se dan un garbeo por ese seguro, confortable y, en ocasiones, alocado barrio que es el pasado. Porque su presente apesta, o porque -con o sin razón- cualquier tiempo pasado fue mejor. El caso es que la nostalgia es mucho más edificante de lo que se cree. ¿Acaso es mejor el reggaeton que el rock and roll?; ¿el MP3 suena mejor que el vinilo?; ¿mola más Justin Bieber que los Beatles?

Con ese espíritu vintage nace Remember Film Fest, un evento impulsado por el Teatre Principal d'Inca que nos permitirá revivir cuatro clásicos que marcaron nuestra infancia: Los Goonies y Los Cazafantasmas (viernes, 19.00 horas), y E.T.: el extraterrestre y Regreso al futuro (domingo, 18.00 horas), proyectados en sesión doble.

Hace tiempo que la producción cinematográfica está en el negocio de la nostalgia. Es más, incluso sostiene el balance de algún estudio cinematográfico. Y no existe un periodo más reverenciado que los 80. El motivo es sencillo: su revolucionaria y fascinante cultura de consumo moldeó la sociedad. Hoy, algo de aquel pasado idealizado a golpe de brillantina y neón atrae a quienes ni siquiera habían nacido cuando ya estaban de moda las riñoneras. Sea por reencuentro o descubrimiento, lo cierto es que los ‘80 son materia e inspiración recurrente para mucho de lo que asoma en pantalla, sea en series, spots o películas. En este apartado, títulos como Los Goonies, ET: el extraterrestre, Los Cazafantasmas o Regreso al Futuro tienen mucho que decir, son una guía práctica para entender cómo era el mundo sin teléfonos móviles ni Internet, y por qué, décadas después, los ‘80 siguen en el candelero, pisando fuerte en la cultura popular global.

Niñez
No tengo claro que todo tiempo pasado haya sido mejor, ni que la infancia sea un remanso, pero sí le veo la gracia a volver a ver en pantalla grande las películas que se estrenaron en mi niñez. Pueden tacharme de nostálgico y entonar el discursito de que es un sentimiento nocivo que hay que combatir, que nos impide avanzar y modificar el estado de cosas; incluso pueden argumentar que es más estimulante esperar lo que vendrá, ya saben... la fuerza del futuro. Pero nada de eso impedirá que cada vez que vea Los Goonies algo en mi interior se remueva. Quien sabe, quizá a los adolescentes de hoy el curso del tiempo les convertirá en personas más inteligentes, que rechacen quedarse atrapadas en el pasado. Más les vale, porque su pasado sonará a reguetón y pasará a la historia como uno de los períodos más yermos culturalmente hablando.

Mientras, los denostados 80 seguirán tan fresco como una merluza. Encabezados, desde el flanco cinematográfico, por esos Goonies de Spielberg, un puñado de chavales, entre cínicos y despistados, que convierten una lluviosa tarde de domingo en la gran aventura de sus / nuestras vidas. O ese E.T: el extraterrestre, punto de referencia de tantas ideas que son hoy moneda corriente en el cine. Jamás olvidaremos la amistad entre Elliot, el niño atravesado por el divorcio de sus padres, y ET, la criatura varada en la Tierra.

Lágrimas
Para que un filme se convierta en clásico debe generar empatía, llevarnos al pasado y arrancarnos una sonrisa o, en su defecto, unas lágrimas. Si esta ecuación se cumple, el título oficial de ‘clásico' se valida. Y Regreso al Futuro, como las anteriormente mencionadas, no solo cumple esas premisas sino que ha sido adoptada por las nuevas generaciones como una película imprescindible, y sin fecha de caducidad. Michael J. Fox, su DeLorean y el peligroso coqueteo con su madre son ya inmortales. Y por último, pero no por ello menos importante, están Los Cazafantasmas. Una cinta mediocre desde el análisis crítico, y al mismo tiempo un título paradigmático de los 80. Entretenida, naïf y cercana, las peripecias sobrenaturales de Venkman y compañía son una batidora de géneros: comedia, romance, terror y aventuras. ¿Qué más necesita para soldarse a una butaca y dejar el puñetero móvil quietecito durante hora y media?