La Orquestra Simfònica de les Illes Balears, que dirige por su batuta titular, Pablo Mielgo, ocupó un nuevo espacio creado detrás de porche de madera que fue ese de anteriores memorables. Y entonces suenan las primeras notas de Cavalleria Rusticana, la ópera en versión concierto elegida para llenar de música la noche de ayer. Sucedió en el mismo instante que se ponía el sol en la bahía de Palma, situada detrás del público, que era muy consciente de la enormidad que estaba presenciando.
Tras la introducción musical, poco a poco comenzaron a sonar las voces de un reparto de primer nivel y el espacio infinito, porque cada nota se perdía en el horizonte marino. Se sintió algo mágico cuando la Simfònica hizo sonar sus instrumentos de viento y percusión, impresionantes tras la voz humana que inauguró ya definitivamente este regalo todavía difícil de evaluar.
Muchas caras conocidas de la sociedad balear quisieron arropar a los Obrador y a Pablo Carrington en su noche más importante, al menos en lo que a cultura y turismo, hostelería y lujo del de verdad se refiere. Un lujo que pasa casi desapercibido por la belleza de la antigua fortaleza hoy convertida en hotel. Con la Simfònica entró en escena el nuevo coro, creado expresamente para que su voz suene como el instrumento más valioso del mundo. De alguna manera la ópera, la gran dama de la música, tiene la capacidad de parar el mundo, de hacer desaparecer por unas horas las lamentaciones reales para llevarnos a un universo divino. Esa es la genialidad que se consiguió en el gran escenario operístico que es Cap Rocat.
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