Joan Company, en su casa de Santa Ponça junto a uno de los dos tomos llenos de dedicatorias de los más de 300 cantaires que han pasado por la Coral Universitat en estos 46 años. | Jaume Morey

TW
0

Joan Company (Sant Joan, 1954) está en una mesa de la terraza de su casa de Santa Ponça con varios lápices y un cuaderno con partituras de Brahms. «Son los deberes de verano», bromea este veterano alumno que se jubila, 46 años después, de la Coral Universitat, que fundó él mismo apenas dos años después de la muerte del dictador. El Festival de Pollença acogerá este sábado 12 de agosto (22.00 horas) su último concierto como director titular de la Coral, cargo que ahora ejercerá Núria Cunillera. En la cita, para la que ya no quedan entradas, también participará la Orquestra Simfònica y la soprano Judith van Wanroij.

¿Cómo está viviendo los últimos ensayos de su carrera como director de orquesta?
—Solamente me jubilo oficialmente de la UIB como funcionario, pero musicalmente no me pienso jubilar. Como bien me dijo Rafel Ferragut cuando me otorgó la insignia de oro en el último concierto que hicimos con la Coral antes de Semana Santa: «En el Auditòrium nadie se jubila». Cuarenta y seis años es más de media vida. La Coral es una criatura que, a su vez, tiene diez hijos, que son las corales filiales. Y espero que siga viviendo y superándose. Si amas la música, nunca te jubilas. De hecho, cuando mejor están los artistas es cuando tienen cierta madurez. Estudiar una partitura ahora o hace veinte o cuarenta años no tiene nada que ver, tienes muchísimo más bagaje.

Entonces no dejará de dirigir.
—No. De hecho, desde hace más de un año soy maestro de capella de la Seu, es decir, director del coro.

¿Y cómo afronta estas pruebas?
—Digamos que lo llevo con una doble vertiente: con cierta nostalgia y tristeza, pero muy contento porque además me despido con un programa que creo que encaja muy bien con la Coral. Y hacerlo con la Simfònica, una formación con la que hemos colaborado tanto, también me enorgullece. Si a eso añadimos que el Festival de Pollença es el más importante de las Islas y uno de los mejores a nivel estatal...

Noticias relacionadas

¿Cómo ideó este último recital?
—Mi idea era ofrecer un programa que -resumiera lo que ha sido uno de los aspectos más importantes de la Coral. Me refiero al repertorio sinfónico-coral. Abriremos la velada con las tres B esenciales de la historia de la música: Bach, Brahms y Beethoven. Bach es como un dios para mí. La Coral Universitat es uno de los pocos coros de España que ha interpretado las tres pasiones de Bach. Las dos más populares son la Pasión según san Mateo y según San Juan, pero hace años nosotros también hicimos la Pasión según san Marcos, que es muy infrecuente porque hay muchas versiones y es como una reconstrucción. La Misa en si menor es una de las piezas más importantes de toda la historia de la música y con una selección de fragmentos de ella iniciaremos el concierto. Con la Coral tuvimos la gran suerte de hacer una gira por Alemania, actuamos en Leipzig, en la iglesia de San Tomás, donde está enterrado Bach. ¡Cantamos al lado de su tumba! Y esa misma noche actuamos en la iglesia de San Nicolás, donde también ejerció Bach. Fue extraordinario.

También interpretarán piezas de Handel y Mendelssohn.
—Sí, en la segunda parte tocaremos Sadoc el sacerdote, de Handel, y Salmo 42 de Mendelssohn. También hemos hecho muchos mesías de Handel: en Palma, en Santiago, en Sevilla e incluso en Roma. Allí hicimos un concierto delante del papa Benedicto XVI. De hecho, hemos actuado en casi todos los países europeos. También en América: hemos actuado en Nueva York, en la universidad y en la catedral, y en Washington.

Fundó la Coral en 1977, hacía poco que había muerto Franco y eran otros tiempos...
—Era una época totalmente diferente. Fue un nacimiento con gente joven, pues surgió dentro de la facultad. Fue uno de los primeros coros del país que no estaba vinculado a ninguna iglesia, así que rompió bastante los moldes. Y no solo por ser gente joven, sino también por el tipo de repertorio que hacíamos, más del día, dejando de lado el ostracismo de ciertos programas. ¡Y no llevábamos uniforme! Éramos unos melenudos peludos y en vaqueros. Recuero que el primer concierto que hicimos con la Simfònica, que en ese momento se llamaba Orquestra Ciutat de Palma, fue en el Auditòrium con Joan Moll de pianista. Los de la Simfònica llevaban frac y nosotros en vaqueros. Luego ya lo empezamos a llevar por pragmatismo, pero el espíritu era el mismo.

¿Cuál es el secreto para mantenerse ilusionado al frente del mismo proyecto tanto tiempo?
—He tenido mucha suerte de tener un gran equipo musical siempre a mi lado. Siempre digo que para mí es muy importante la transparencia, mirar a los ojos a la gente y no todo el mundo sabe hacerlo, o bien porque no puede o porque oculta algo. También es esencial la autocrítica. Si la Coral ha crecido ha sido gracias a los buenos directores invitados y a que no nos hemos dormido en los laureles.