El féretro de la artista María Jiménez, fallecida en Sevilla a los 73 años, trasladado en coche de caballos desde la capilla ardiente. | Efe - RAÚL CARO

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Los penachos negros de los cuatro caballos que han tirado de la carroza con el féretro de María Jiménez han sido la única señal de luto de su funeral, celebrado en la trianera iglesia de Santa Ana, donde el barrio la ha despedido por sevillanas, «como ella quería», según afirmaban los trianeros y, sobre todo, las trianeras.

Un fandango, la salve rociera y otros cantes y toques de inequívoco aire flamenco han jalonado la misa de funeral de María Jiménez, cuyo parecido con cualquier otro funeral habrá sido coincidencia, mientras que una iglesia abarrotada de gente que desafiaba los rigores del bochorno sevillano ha recibido el féretro de la cantante con palmas por ritmo de sevillanas y gritos de «ole, ole, ole».

Junto al altar, los familiares y allegados de la cantante habían dispuesto una fotografía suya de primer plano a todo color y una especie de estandarte que reproducía el dibujo de las plumas de un pavo real, todo lo cual ha ido precedido por una liturgia que los sevillanos conocen bien, la de la bulla y la expresividad, con las que han acompañado a la carroza fúnebre desde que a las once menos cuarto salió de la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento de Sevilla hasta que una hora y media después ha llegado al templo de Triana.

El féretro de la cantante, que murió este jueves a los 73 años, ha sido recibido en la iglesia de Santa Ana por cientos de personas, que también han aguardo el paso de la carroza por la calle Pureza, por el Puente de Triana y, antes, por el Paso de Colón y por el barrio del Arenal, tal y como ella había dejado dispuesto en vida.

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Cientos de teléfonos móviles sujetados en alto para hacerse con la imagen de esta llegada seguían igualmente activos en el interior del templo, hasta el punto de que el párroco, antes de iniciar el oficio religioso, ha pedido a los congregados: «Por el cariño a María, por el respeto a su familia, mantengamos lo que corresponde en este momento», lo que no ha evitado que al menos tres individuos se internaran en el templo con pantalón corto y tocados con gorras deportivas.

El féretro de María Jiménez en la Iglesia de Santa Ana de Triana

«A Triana la ha llevado siempre en el alma», ha asegurado el párroco, antes de recordar el elogio que las Sagradas Escrituras hacen del canto y de citar al cantatautor Víctor Jara cuando dijo «si muere el cantor muere la vida», pero advirtiendo que el chileno carecía de fe y que los que gozan de ese don saben que «María ha muerto para el mundo, pero ya goza de la primavera en el Cielo».

Los hermanos Alpresa, muy amigos de María Jiménez, son quienes han cantado y han tocado por sevillanas, una soleá de Triana y hasta un fandango -"No le temo a la muerte, porque morir es natural, le temo más a la vida...- que se han ido intercalando en un oficio religioso al que ha asistido el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y amigas de la cantante como la tonadillera María José Santiago y la aristócrata Eugenia Martínez de Irujo.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la consejera andaluza de Educación, Patricia del Pozo, asistieron esta mañana en el Ayuntamiento de Sevilla a la capilla ardiente, donde han destacado los valores artísticos y humanos de la fallecida, sobre todo su interés por los desfavorecidos y por la cusa de las mujeres.

De hecho, nada más salir el féretro de la capilla ardiente esta mañana, un rapsoda espontáneo, a plena voz pronunció unos versos que traía en la memoria y que, entre otras cosas decían: «Siempre supiste ayudar al que no tenía '' / y a esas mujeres que luchaban por la libertad...», lo que desató la primera ovación de las muchas que luego se han oído durante el cortejo fúnebre y mientras éste, tras la misa, reemprendía la marcha hasta el cementerio de San Fernando.