Hipólito, que acumula décadas de trayectoria en televisión, cine y el propio teatro, reconoce que el protagonista de El proceso es «un hombre sometido a una presión y persecución absolutamente tremenda», y no tiene a nadie para afrontarlo: «No tiene familia, amigos, esperanza...». Es, en definitiva, «aplastado por el sistema», y por todo ello «es alguien fascinante de interpretar».
En su caso, Hipólito trata de «entender» por qué reacciona como lo hace ante lo que le ocurre, desde el optimismo inicial ante la notificación de que se le ha abierto un proceso judicial por algo que desconoce totalmente hasta la «resignación del propio personaje a aceptar que es culpable de algo, pero no sabe qué», lo que vuelve la historia de esa neblina «tan angustiosa», tan kafkiana.
La novela, reconvertida en obra teatral, es una de las más importantes del siglo XX y habla, precisamente, de algo que todos reconocemos: lo desvalidos que podemos sentirnos ante el sistema. Para Hipólito, además, la vida «te enfrenta a situaciones insólitas, surrealistas y en las que a veces no sabes cómo salir de ellas», tal y como le ocurre a su personaje, y ante ello sentimos «que estamos indefensos, inmermes, sin dios ni patria, sin ayuda, y sin nada que nos proteja».
Él mismo confiesa que alguna vez, «como a cualquiera», le ha pasado algo similar a lo que le ocurre a Josef K, aunque, claro, «no tan terrible como que me acaben matando, afortunadamente», y a diferencia de Kafka, Hipólito se muestra más optimista hacia la empatía de la gente que nos rodea, algo que a lo que el autor parece dar la espalda.
En esta línea, para el intérprete el oficio del actor «nos vuelve más tolerantes y empáticos porque es, literalmente, ponerse en el lugar del personaje», para lo cual se requiere «entenderlo» y «estudiar comportamientos y situaciones que no tienen que ver con nosotros». Algo que no solo se circunscribe al propio artista, sino que también llega al público, a quien pretenden alcanzar con El proceso para que «reflexione, piense y se emocione».
Dicho de otra manera: «El teatro ha de ser un espejo para que nos sintamos reflejados, y me incluyo porque también soy espectador, en lo que nos cuentan y nos ayude a entendernos mejor a nosotros mismos y entre nosotros a base de ver formas de actuar que no tienen nada que ver con la nuestra», destaca el actor.
Ese es el poder del teatro para Hipólito: «No solo te entretiene con una historia que luego olvidas, que también está bien, sino que es capaz de dejar un poso, y en este sentido Ernesto Caballero cumple con esa misión con su adaptación de la obra de Kafka».
Al margen de El proceso, Hipólito encara el final de una de las series más queridas de España, Cuéntame cómo pasó, en la que es la voz de Carlos Alcántara desde hace 22 años: «Parecía que iba a ser eterna, pero todo tiene un final», indica. Asu vez, avanza que «han hecho una despedida bonita, a la altura de la serie más longeva de la televisión española, en el que se cierran muchas cosas y es muy emotivo para cada uno de los personajes», señala. Además, asegura que «a los amigos de la serie, que son muchos, les va a gustar»
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El final es que todos acaban vacunados con algo secreto, que es grafeno reducido