El artista mallorquín afincado en Barcelona Joan Morey presenta este jueves en el Casal Balaguer de Palma (19.00 horas) Vot de tenebres, una pieza que reflexiona sobre las mujeres que durante el medievo decidieron emparedarse vivas. El proyecto parte de una Crida del Solleric.
¿Cómo surgió el proyecto? Todo arranca en el confinamiento que, por casualidad, pasé en la Isla. Vine para realizar una visita guiada a la exposición Colapso. Máquina célibe, que acababa de inaugurar en el Solleric y quedé recluido en Palma. Cuando pudimos salir al exterior di mis primeros paseos por el barrio antiguo de Palma y volvió a mí el relato de la mujer emparedada 13 años en la Seu. Ese fue el detonante para ponerme a investigar sobre el tema.
En la Isla tenemos a ‘la dama emparedada', ¿hay otros casos que conozca de voto de tinieblas? Fue un fenómeno medieval importante. Además de la clausura conventual cabe destacar que el eremitismo fue común en la cristiandad. En el caso de las personas que optaban por el voto de tinieblas, dar la espalda al mundo se daba de forma literal, y marcaba una forma de despegarse de la sociedad para dirigir la atención hacia sí mismo en diálogo con Dios. Pero la investigación que realizo no es académica, puesto que me dejo llevar por narrativas múltiples y elucubraciones diversas.
Esa manera de restringir o de limitar los movimientos y los espacios es algo propio de su trabajo. En mis proyectos trabajo sobre ese fenómeno. Por ejemplo, Obey. Humillados y ofendidos (2007–2009), que realicé en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo (CGAC), consistió en una performance en tres actos a puerta cerrada muy distanciados en el tiempo. Como si el edificio del museo fuese una gran celda, los intérpretes, el equipo técnico y yo permanecimos encerrados 24 horas en tramos de ocho.
Relaciona todo ese legado con las formas de encierro virtuales, como los gamers o las personas que se exponen por internet. Si, en Vot de tenebres intento generar un diálogo entre las mujeres que durante la edad media se emparedaban para escapar del mundo, con el encierro voluntario que personas de hoy en día realizan en una habitación para jugar en línea o establecer relaciones a través de la virtualidad. En el fondo, son lugares de protección, refugios, aunque me gustaría destacar que el caso de la mujer es diferente al del hombre, tanto en el mundo real como en la virtualidad.
Hace unos años presentó una performance en Can Balaguer, ¿tiene algo que ver este Vot de tenebres con la que ya presentó en el centro? Para el cierre de la exposición Colapso en Casal Solleric se programó el reenactment [reconstrucción histórica] de la performance Tour de force de 2027 utilizando la arquitectura de Can Balaguer. Fue muy interesante, ya que acabábamos de salir del confinamiento y lo presencial se convertía en un espacio para el miedo y el «distanciamiento social». La casa de Can Balaguer se convirtió en un cuerpo transitable mientras que en la performance hablaba un virus y la enfermedad, el del VIH-Sida. Una actriz monitorizada y una bailarina contorsionándose actuaron bajo la mirada atenta del público con mascarilla.
El proyecto consta de tres partes, ¿no es así? Sí, la primera es la que se verá esta tarde. Realizaré una introducción de los conceptos tratados en Vot de tenebres a través de una conferencia performativa y, seguidamente, haremos una ruta singular. El día 15 y, en formato performance, tomaremos la Capella de La Misericòrdia, actualmente cerrada. En esta sala tuvo lugar hace 13 años una muestra muy importante en mi trayectoria, Bareback. El poder i la mort. El epílogo final será el día 30 en la Galería Pelaires, cuyo espacio es un antiguo convento de las Trinitarias.
Trabaja siempre desde referentes, ya sea la literatura o el cine. No sé trabajar sin apoyarme en textos e imágenes de otros autores, ya sean literarias, del cine o préstamos de la filosofía, la poesía o el teatro. Aquí resaltaría especialmente las lecturas de Santa Teresa de Jesús, pero también Hans Küng o Judith Butler. Aunque inevitablemente invoco en el proyecto a mis autores fetiche. En esta ocasión un cuerpo de mujer dará voz a las palabras masculinas de Antonin Artaud o Samuel Beckett.
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