La traductora, música y poeta Laia Malo posa en Palma. | Jaume Morey

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La obra de Marina Tsvietáieva (Moscú, 1892 – Yelábuga, Tartaristán, 1941) estuvo prohibida en la Unión Soviética hasta veinte años después de su muerte. «En esa época de poetas proscritos, la gente se aprendía de memoria los poemas y, así, se traspasaban y permanecían siempre con vida, de forma oral. Uno de los problemas es que no había registro escrito y, por ello, las traducciones no llegaron hasta mucho más tarde. En el caso de Tsvietáieva, hasta los años sesenta o setenta fue una completa desconocida», lamenta Laia Malo, ganadora del 21 Premi de Traducció Vidal Alcover con Fites (Edicions de 1984), una recopilación de dos poemarios de la autora rusa que ahora pueden leerse por primera vez en catalán.

Concretamente, el volumen –con prólogo de Miquel Cabal Guarro– recoge dos compendios que Tsvietáieva escribió en un turbulento lapso de tiempo que comprende desde 1916 y 1929. Lo presentará este jueves, a las 20.30 horas, en La Tertúlia (Palma), en un acto en el que también participará Jaume Reus –con quien Malo conforma el dúo Jansky– y que forma parte del ciclo Partícules elementals, coordinado por Emili Sánchez Rubio y que aúna poesía y música, «paisajes sonoros de naturaleza manipulada».

La biografía de la autora rusa es cuando menos escalofriante: sufre la Primera Guerra Mundial, la Revolución de Febrero y la de Octubre y la Segunda Guerra Mundial, tiene que exiliarse en varias ocasiones, su segunda hija muere de desnutrición, y, sin marido y sin posibilidad de sobrevivir a la precariedad, se quita la vida poco después de que las tropas nazis invadan la Unión Soviética.

Circunstancias

Todas esas circunstancias, personales e históricas, rezuman en su obra. «A diferencia de otros escritores, para ella, vida y arte son inseparables. El contexto pesa mucho en sus textos y hace que todavía sea más impresionante todo lo que escribió. De hecho, una gran ventaja es que siempre fechaba todo lo que escribía y tenía un dietario muy completo y ordenado, lo cual hace más fácil comprender las metáforas y las imágenes. De esta forma, poemas que de otra forma serían herméticos, son más accesibles al lector y al traductor; podemos saber qué pasaba en el mundo y en su propio corazón», destaca Malo, que no es la primera vez que traduce a Tsvietáieva, pues ya publicó al catalán alguno de sus poemas para la revista Superna, que dirige Lluís Servera.

«Lo que me gusta de ella es que tiene algo que nadie más tiene y que, a la vez, es algo básico para cualquier poeta: una voz totalmente individual, propia, pero en la que me siento identificada y espero que muchos lectores también», destaca Malo.

Por otra parte, continúa, está su «apasionamiento por la vida, en lo bueno y en lo malo. Todo le afecta muchísimo, pero admiro su intensidad de ver y entender el mundo y de querer amar intensamente. Es como si no quisiera perderse nada y viviera a por todas. Y eso implica también decidir cuándo quiere marcharse de la vida y dejar de hacerlo». «En definitiva, me atrae el hecho de que refleja lo contradictorio al mismo tiempo que es muy coherente consigo misma. A diferencia de muchos, ella no ocultaba esas contradicciones», sintetiza.

Además del contenido, de Tsvietáieva sobresale su innovación en la forma. «Se inventa unos guiones largos para conseguir que los poemas sean como canciones. Había estudiado música, pero sentía que el instrumento la limitaba y no podía superarlo. Con la lengua, a pesar de encontrarse con unas normas que también la limitan, tiene los ovarios de saltárselas, ideando fórmulas para hacerlo y crea textos de validez poética que, aun no siendo normativos, tienen una validez brutal que hace evolucionar la lengua», detalla.

Por ejemplo, usa nigromanta para hablar de un tipo de bruja conectada con la naturaleza, usando el término en femenino, que no existe ni en catalán ni en ruso; o terratinenta, para referirse a la mujer que posee también propiedades.

Asimismo, es importante el ritmo y la musicalidad que ofrecen sus poemas. En este sentido, tanto Malo como Tsvietáieva comparten la conexión con la poesía y la música. «Lo que hace más complicada su traducción es el uso que hace de la lengua, porque no se parece a ningún otro poeta, ni ruso ni catalán, así que no tienes ninguna referencia a la que agarrarte. No puedes decir ‘aquí gira la sintaxis como lo hace Mandelshtam o Vinyoli’. No hay comparativa posible», admite.

Así las cosas, «la parte de autor que tenemos todos los traductores es más inevitable que nunca; en poesía siempre es más evidente y, en este caso concreto, todavía más». Con todo, Malo apunta que «me gustaría que el lector sintiera la voz de Tsvietáieva y no la mía, aunque esté ahí, de trasfondo. Me encantaría que fuera como cuando en un documental el espectador ve en pantalla quién narra la historia y que yo fuera como esa voz en off doblada», concluye.