Moritz Bonnín y Antoni Jaume Moreno, impulsores de La Sibil·la Teatre. | Pere Bota

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Algunas cosas se llevan en las venas. Son como una droga positiva. Enganchan mucho y es difícil vivir sin ellas, si no imposible. Así se convierten en una pasión. No obstante, hay pasiones egoístas y las hay que huyen del yo para devolver, para que haya algo de retorno en aquello que uno recibe. Algo así es La Sibil·la Teatre, una asociación montada por Moritz Bonin y Antoni Jaume y que ha hecho de la antigua sala de teatro de la Parròquia de la Inmaculada Concepció i Sant Magí su hogar.

Bonin es un actor con bastante experiencia.Ha trabajado en varias obras teatrales, la más reciente Boeing Boeing, y también ha ejercido de director de cásting para varias producciones como Turn up Charlie o Lioness. Fue en esta última faceta, de hecho, como conoció a Jaume, quien es uno de lo figurantes más asiduos de la Isla. Abase de verse continuamente en pruebas y llamadas de cásting, los dos confiesan que «nos hicimos amigos», y las ganas de aprender del segundo sumado a la pasión por el teatro y por enseñarlo del primero hicieron el resto.

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Los dos impulsores de la iniciativa, Bonin y Jaume, en la entrada del teatro.

Bonin le concede parte de la culpa de que ahora hayan montado La Sibil·la, en el buen sentido, a su compañero, porque fue él quien le insistía en buscar un espacio propio en el que poder no solo ensayar, aprender y mejorar, sino poder ofrecer esa misma oportunidada a otros. Fue tal la insistencia que, tal y como relata Bonin, «llegó un momento en el que no pude poner más excusas», reconoce riendo.

Por su parte, sobre el espacio escogido, Jaume detalla que él recordó que antiguamente servía como cine para el barrio de Santa Catalina y durante décadas estuvo cerrado, «en ruina total», por lo que se interesó por él con la fortuna de que la parroquia acababa de reformarlo, aunque todavía queda trabajo por hacer. «Lo usaban para catequesis y desde la parroquia estuvieron muy abierto a cederlo para poder realizar los talleres de teatro y ensayos», razón por la cual agradecen la predisposición de los párrocos.

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Imagen del espacio ubicado en la Parròquia de la Inmaculada Concepció i Sant Magí de Santa Catalina.

Así pues, ya tenían un lugar y sobre todo no faltaban ganas, por lo que comenzaron de inmediato a mover la pelota con el objetivo de «llevar de nuevo el teatro al barrio», tal y como detalla Bonin quien avanza que el objetivo último de La Sibil·la, además de terminar de acondicionar el espacio, es producir obras propias y representarlas en ese mismo lugar, además de ayudar a aprender sobre una práctica, la actuación, que él mismo reconoce que le «devolvió la vida» tras una época complicada en la que las adicciones jugaron un papel importante.

Terapéutico

Por ello, Bonin explica que el teatro lo trabaja «artísticamente», sí, pero también como una manera de «superación», algo que notan en la gente que ya se ha acercado y forma parte de la pequeña –pero en vías de crecimiento– familia que están creando en Sant Magí. «Notamos que hay gente que viene porque les hace bien, no solo porque quieran ser actrices o actores, sino porque tiene una parte sanadora», explica Jaume a lo que Bonin añade que «somos conscientes de que habrá alguno que saldrá con potencial actoral, pero otros lo utiliarán como entretenimiento y pasárselo bien y ambas cosas nos encantan».

Con un 2024 por delante con el objetivo de poder tener tres días completos de clases a la semana, el teatro está ercobrando su vida en Sant Magí y Santa Catalina de la mano de La Sibil·la Teatre, una iniciativa que acaba de alzar su telón y a la que le depara ‘mucha mierda’.