Y es que como detalla Rodés, con el objetivo de incentivar a los jóvenes autores, «hemos buscado la complicidad de un jurado independiente de intereses comerciales que garantice la continuidad de su apuesta por el riesgo, la imaginación y el buen hacer literario». En este sentido, explica Rodés que no puede estar «más que satisfecha y emocionada al ver las pruebas de cariño y reconocimiento hacia ella [Zaforteza] que hemos recibido estos últimos meses».
Por ello, comenta también Rodés que «cuando propuse la creación de un premio en su memoria, sus antiguos socios, Lluís Coromina y Mario Rotllant, amigos entrañables y grandísimos empresarios tocados por la misma pasión por la cultura, se sumaron entusiastas al proyecto», igual que con Joan Tarriada, editor de Galaxia Gutenberg, se ha comprometido a «a difundir la obra ganadora en todas las librerías de España y Latinoamérica».
Sobre su propia hija, confiesa Rodés que no sabe qué decir sin emocionarse. Aun así, destaca su «entrega por completo a los autores» y que «mimaba al detalle la edición y la difusión de sus obras». Fue esa osadía que la caracterizaba lo que le hizo «disputarle al mejor agente literario del mundo, Andrew Wylie, los derechos del único libro de Andy Warhol que no controlaba, los diarios en los que el artista cuenta el origen del movimiento Pop» y se imagina Rodés «la cara de sorpresa de debió poner el temido Wylie cuando Diana entró en su despacho de Nueva York y vio que su rival había apenas cumplido 30 años». Todo acabó bien, eso sí, tal y como relata Rodés: «Acabaron como amigos y después le confió editar en España un libro de poemas de Lou Reed con dibujos de Lorenzo Mattoti», destaca la madre de Zaforteza.
Se suele decir que de casta le viene al galgo, y en el caso de Zaforteza, quizá, es algo acertado, ya que como también explica Rodés, al acabar su hija sus estudios en Humanidades en Barcelona y la Sorbona, quiso seguir en cierta manera «el proyecto literario de mi marido, José 'Puco' Zaforteza, amigo íntimo de Jorge Herralde a quien ayudó a sacar a flote Anagrama». De hecho, Herralde decía de Puco que había en él «una fibra humanística para la que la técnica y la empresa resultaban insuficientes», recuerda Rodés.
El propio Zaforteza padre fundó la pequeña editorial Alfabia, en honor a la finca de la Serra de su familia, y en ella publicó los poemas de Pere Orlandis i Despuig, poeta neorromántico y pariente lejano, y «Diana quiso hacer la presentación oficial de su editorial en Mallorca, Artemisia de Ana Banti, la vida de la ninguneada pintora barroca Artemisia Gentilleschi, con traducción de Carmen Romero y prólogo de Susan Sontag. Después la presentaría en el Museo Thyssen con Jorge Semprún, consiguiendo que el Museo de Capodimonte prestara para la ocasión el cuadro Judith y Holofernes».
Rodés recuerda, finalmente, la labor que Zaforteza desempeñó junto a Enric Cucurella en la editorial Alpha Decay, su «laboratorio previo a fundar Alfabia», y con la que en pocos meses logró, con Sukkwan Island, de David Vann, el premio que conceden las librerías catalanas al mejor libro del año y también cómo diarios como El País la señalaban como «la heredera más joven de editores como Jorge Herralde y Beatriz de Moura».
Ahora, gracias al premio literario Diana Zaforteza se podrá continuar con una labor y pasión que la mallorquina desempeñó durante toda su vida, la del amor por la literatura y la de dejarse la piel por hallar obras dignas de ser publicarse. Ese es el objetivo definitivo del Premio Diana Zaforteza, como destaca Rodés: «Mantener el legado de mi hija vivo».
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