El dibujante Pere Joan posa delante de Es Baluard Museu d’Art Contemporani, que este martes cumple 20 años. | Pere Bota

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«Un balcón de piedra hacia el mar que quiere mirar a la ciudad». Con esa imagen dibujada y conceptual arranca el homenaje que ha realizado Pere Joan a Es Baluard con motivo de su 20 aniversario. Es la primera ilustración de la veintena que ha creado el artista que recorre, sin estructura narrativa ni temporal, las dos décadas de historia de este centro inaugurado tal día como este martes en 2004.

«Es interesante que un elemento que se corresponde con la arquitectura de defensa se abra ahora a la gente, que se pueda ver por dentro», señala Pere Joan sobre el citado dibujo. Para él, resulta curioso que se produzca esa inversión: de defensa a reclamo.

Lo que se propone el artista es llevar a cabo una «reinterpretación» de la actividad de Es Baluard, no solamente del edificio o el espacio que lo acoge o de su colección, sino también de exposiciones temporales, performances y actividades educativas. Todo ese material heterogéneo lo agrupa a través de diferentes conceptos.

De esta manera, las obras de arte cobran vida; los cuadros y las esculturas «se integran como elementos entre los visitantes, pasando del espacio bidimensional a moverse entre los espectadores». Porque, al fin y al cabo, «es tan importante el visitante como la pieza que va a ver, si nadie la viera, la obra de arte no existiría».


Personajes

En este sentido, admite que «lo más difícil ha sido hacerlo con las abstracciones, pues no puedo convertirlos en personajes». Así las cosas, a partir de una fotografía de Joan Ramon Bonet de una matanza, Pere Joan saca al cerdo de la imagen para situarlo entre el público.

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En otra lámina, dedicada a la cuestión de género, aprovecha que se repiten conceptos como agujeros, tijeras o agujas, para englobar piezas de Jakober o Brossa. Bajo el título de Políptics, conviven Ubu, de Miró, una obra de Guinovart que hace alusión al Guernica y una escultura de ángeles de Miralda con una fotografía de Abramovic en la que la performer posa con una niña soldado. También hace que el Aljub, su espacio preferido de Es Baluard como él mismo confiesa, vuelva a almacenar agua, «su función inicial», para recordar la instalación que llevó a cabo Jaume Plensa en 2006.

En la última ilustración, que funciona a modo de «inventario» o créditos –Pere Joan usa más de 70 referencias a lo largo de esta suerte de anuario–, una payesa salida de un retrato de de Pilar Montaner da la bienvenida –o dice adiós, según como se mire–, junto a una figura de la España negra de Saura, todo ello mientras un segurata, procedente de un vídeo de Juan López, parece estar echando una cabezada.

Juego

Con esta propuesta, Pere Joan señala que «he intentado abarcar veinte años de historia de forma que se asemeje, en cierto punto, a un juego, que ofrezca una manera lúdica de ver un museo». Por ello, ha apostado por «la relación entre visitantes y elementos de las obras, también de las actividades».

«Al final, cada espectador de un museo hace su propia interpretación. Lo que yo he hecho ha sido hacer la mía, sin perder el respeto hacia ningún artista. No hago caricaturas, parodias ni doy mi opinión, para eso ya están mis libros. Como cada dibujo tiene una potente fuerza narrativa, he procurado no añadir elementos a las obras que el artista no concibiera en su momento», aclara.

La conexión entre obra y espectador es tal, que a veces las obras de arte se mimetizan con las vestimentas de los visitantes. A fin de cuentas, sin duda hay quien se marcha de un museo con una pieza en la cabeza que le ha fascinado o atormentado.