El valor es algo muy relativo. Algo que no parece tenerlo, de golpe lo adquiere, y lo que parece algo mundano, insustancial por privado y simplemente de interés personal o familiar, puede llegar a ser un tesoro. También hay que separar el tipo de valor del que hablamos porque no es lo mismo, para nada, el valor sentimental que el mercantil, siendo el primero en muchas ocasiones incalculable y muy superior al segundo. Así, el Arxiu del So i la Imatge de Mallorca está repleto de estos pequeños tesoros. Fotografías y películas que fueron tomadas a veces en la intimidad o por el mero gusto de rodar, de plasmar una realidad que, en ese instante, dejaba boquiabierto al dueño de la cámara.
Una de las más recientes adquisiciones del Arxiu es, sin duda, una de esas de gran valor sentimental, pero también audiovisual e historiográfico. Es un auténtico viaje en el tiempo a un pasado que, aunque lo pueda parecer por las imágenes, no es tan remoto, aunque sí inalcanzable. El donante de las más de 50 horas de metraje en cintas grabadas en 8 milímetros y en Super 8 es el profesor universitario Gonçal López Nadal quien hizo entrega a la institución de las grabaciones que su padre, el médico Manuel López Ruiz, y su tío, el diplomático Guillem Nadal Blanes, realizaron tanto en Mallorca como por el mundo.
Explica López Nadal que el motivo por el que dona estos materiales es doble: por un lado, ya no tienen manera de visualizarlo debido al formato mismo en el que fueron grabadas las cintas, por lo que realmente sería un fondo inservible; por otra parte, le ha pedido al Arxiu que, además de cuidar del material, lo digitalice para poder verlo tanto él como todo el que quira. En esto están ahora, con la inestimable ayuda del propio López Nadal que confiesa estar «entusiasmado» con lo que está haciendo ya que «estoy descubriendo cosas que no sabía y otras que no recordaba» revisitando las horas y horas de metraje de que dispone y que ahora revive con ganas.
Interés
Sobre lo que se ve en las imágenes, qué decir, son realmente joyas y estampas tan curiosas como increíblemente interesantes. Pudiendo separarse en dos grandes grupos, por un lado está lo grabado por el padre del donante, el mencionado médico Manuel López Ruiz, que disparó su cámara hacia la vida diaria de la propia Mallorca, ya fuera el día a día en la calle del Socors, el pulso de la Plaça Santa Eulàlia o también las vivencias en Son Server, todos ellos lugares en los que vivió la familia.
Tiene especial mención la película Latido, una cinta de unos 20 minutos de duración que es «una radiografía preciosa», tal y como la describe el propio López Nadal, de la vida en la Plaça Santa Eulàlia en los años 60 «desde primera hora de la mañana hasta que cierran los bares». Grabada en blanco y negro y sin más sonido que el ambiental, el enclave de Palma aparece poblado por la «gente de la calle»: carteros, religiosas, niños que van a o salen de la escuela, terrazas de bares repletas de personas, el quiosco como punto neurálgico, señoras con carros de la compra.
Casi irreconocible en su fisionomía, la plaza rebosa vitalidad a través de su pulso, de ahí el título del filme, y «exuda lo que era vivir en esa plaza» con un testimonio directo «que es una cosa deliciosa», en palabras del donante.
También hay imágenes del Colegio Montesión que fueron utilizadas por Agustí Villaronga en el documental Miquel Bauçà: poeta invisible. De hecho, al cineasta mallorquín, fallecido hace poco más de un año, le unía una relación de cercanía a la familia de López Nadal y al propio donante hasta el punto de que montó en su casa su primera cinta, Anta mujer (1976).
Al otro lado del mundo
Y si ya son sumamente interesantes las imágenes de la Isla, ya ni hablemos de las que grabó, en esta ocasión el tío del donante, en la India entre 1965 y 1974. Nadal Blanes, que fue también poeta y socio fundador de la Obra Cultural Balear, desempeñó sus funciones como diplomático en la embajada española de Nueva Delhi y allí grabó sus «viajes y las cosas que hacía durante los fines de semana», básicamente cuando podía, y en ellas se ve, de nuevo, «una radiografía de la vida en la India donde se mezclan su propia vida privada con las relaciones sociales, los eventos, los paisajes en la naturaleza con imágenes de ríos, montañas, animales», etcétera.
Con coloridísimas estampas, el diplomático inmortalizó fiestas holi, el festival hindú de primavera dedicado al color, así como las bodas de un marajá en Jaipur en la que se puede apreciar con mucho detalle los vestidos, las tradiciones y hasta los enormes elefantes que servían de montura para los protagonistas de las nupcias. También predicadores en la calle, niños jugando y lo que era, básicamente, un día cualquiera en la India de esa época.
Reyes
Tampoco se queda atrás una recepción oficial con desfile militar incluido en la que los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, cuando no eran ni reyes, siendo el primero todavía príncipe, hacen acto de presencia. En esa misma visita se puede ver a Juan Carlos utilizado su propia cámara para inmortalizar lo que está viendo y que, seguramente, le llamaría tanto la atención como al propio Nadal Blanes.
La ingente cantidad de material que compone el fondo donado ahora al Arxiu está siendo todavía estudiada y catalogada, además de digitalizada, pero ya ha despertado el interés de algunos como Pedro Barbadillo, director de la Mallorca Film Commission, que lo cataloga de «material fantástico».
Se trata de pequeños fogonazos, vistazos a dos mundos que han cambiado tanto que parecen irreconocibles. Uno en el lejano y exótico oriente, nada menos que en la India, y el otro mucho más próximo, en la puerta de nuestras casas, en Mallorca, pero ambos igualmente inalcanzables como de valor incalculable.
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