La idea, han explicado este miércoles el presidente de la Fundació, Joan Guaita, y la directora de IB-Dona, Catalina Maria Salom, es seguir con el lema de este 8-M, Per les dones grans, per les grans dones y centrar la muestra en mujeres artistas de más de 65 años. Así como el año pasado la pintura fue el lenguaje escogido para la exposición, en esta ocasión Guaita ha querido poner énfasis en el trabajo manual y artesanal.
Margalida Escalas (Santanyí, 1953) ha celebrado poder compartir por primera vez espacio expositivo con Del Valle, con quien comparte «un oficio tan antiguo, que hemos llevado a un nivel más creativo y contemporáneo». Las piezas que ha seleccionado Guaita son de finales de los 90 y principios de 2000, pero, aunque sean tan lejanas en el tiempo, Escalas avisa que hay algunas que nunca habían salido de su estudio. La primera sala, cuenta, está relacionada con la «cerámica histórica y las ánforas».«Fui tornera durante muchos años, pero luego dejé la cerámica más funcional para hacer cosas más personales, como la reinterpretación de las ánforas. De esta manera, me pude recrear en la estética y las formas». En la siguiente sala, explica, se exhiben obras más recientes, con «piezas minimalistas con un marcado carácter arquitectónico». Pero, insiste, no se trata de una ruptura, sino que es una continuación, pues responde a un «proceso largo».
Por su parte, Luisa del Valle (Palma, 1953), insiste en que aunque mucha gente la defina como diseñadora, ella es orfebre, «me quemos los dedos y todo lo hago yo». Del Valle está especializada en técnicas antiguas que usaban los etruscos 500 años A.C. Su intervención se puede ver en esta segunda sala, en una vitrina, donde exhibe algunas fotografías de su proceso de trabajo, de cómo mezcla oro con aleación para reducir el quilate de oro, cómo controla el grosor del hilo de oro o cómo lo fusiona todo en un pequeño horno que, como asegura la propia artista, solo fabrica un hombre en el mundo, que vive en Illinois (Estados Unidos), y que permite alcanzar temperaturas altísimas.
Asimismo, en esta vitrina también incluye algunas piezas que realizó a propósito en 1990 para Estados Unidos, hechas con perlas de Majorica, en Manacor. «Fui a la fábrica y pregunté a las señoras mayores qué se hacía antiguamente en Mallorca y me enseñaron el trenat mallorquín. Solo había dos mujeres que lo supieran hacer en ese momento. Lo llevé con gran éxito a Estados Unidos». De hecho, la mallorquina recuerda que vivió allí durante 30 años y fue donde aprendió el oficio.
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