¿Por qué decidió presentarse al concurso para la dirección de la Fundació Miró Mallorca?
—Era el momento para poner en relación todas aquellas facetas de mi trayectoria profesional que he ido desarrollando en diferentes ámbitos y momentos: conservadora de una gran colección, curadora de exposiciones en la institución y como curadora independiente, investigadora y profesora. Todo ello aglutinado con mi interés por el arte y por el museo como institución viva y relacional en la que hemos de caber todos.
¿Cuáles son las líneas generales que van a regir tu proyecto?
—Quiero que la Fundació Miró vuelva a brillar. Que vuelva a ser un lugar de encuentro en el que facilitemos las experiencias y el conocimiento. Las líneas generales pasan evidentemente por Miró, si bien no solo por la figura histórica, icónica del arte universal, sino que queremos insertarlo en la contemporaneidad, confrontarlo con artistas con los que, con toda probabilidad, habría podido tejer redes de complicidad, cuando no de amistad. La Miró no puede permitirse pasar desapercibida. Los nombres de Miró y Mallorca, unidos, deben llegar a lo más alto. Quiero que el público de Palma, de Mallorca, sienta la Fundació como propia y nos visite a menudo. Por ello, junto a una nueva política de presentaciones temporales, una de mis primeras iniciativas va a ser impulsar el grupo de Amics de Miró, ahora inexistente.
¿Cuáles son los grandes objetivos que debe asumir la Fundació en los próximos años?
—Evidentemente deberemos trabajar y asumir objetivos a diferentes ritmos. Existen tareas de fondo, como las que garantizan la documentación, la conservación y la difusión de la Colección; por descontado, se debe asegurar el buen estado de los edificios de la Fundació; sin embargo, no debemos consentir que estas responsabilidades ineludibles nos atenacen e impidan llevar a cabo una actividad atractiva y motivadora, que recupere el interés por la Miró. Para conseguir que estos objetivos se hagan realidad, necesitaremos el apoyo y la complicidad de la sociedad mallorquina que deseamos se sienta orgullosa de la Fundació Miró. Es por ello que propiciaremos la creación de un Cercle de Mecenes, en paralelo a los Amics, a los que invitaremos a participar de formas diversas en este excitante proyecto.
¿Cómo fueron los inicios de su carrera?
—Fue fácil. En COU descubrí el arte. Yo iba para matemáticas y ciencias exactas y tuve un giro total. Soy de Palma y vivía aquí, pero no podíamos estudiar Historia del Arte, así que hice los primeros cursos de Geografía e Historia y luego hice el periplo que tantísimos mallorquines hacíamos: ir a Barcelona a estudiar. Al acabar empecé a buscar trabajos: revistas de arte, galerías, articulista. Así hasta que salió una beca en el servicio de exposiciones del Ajuntament de Barcelona haciendo muestras en el Palau de la Virreina en La Rambla. También continué con la tesis en la universidad e hice itinerancias internacionales.
¿Cómo llegó al MACBA?
—Tuve ofrecimientos interesantes, pero esperaba al MACBA. Tenía un pálpito de que era el lugar indicado y me presenté a la convocatoria. Entré como responsable del área artística y no había ni divisiones. Cuando se definió el organigrama me quedé como jefa de colecciones. Todo esto compaginado con el estudio y la docencia.
¿Cómo fue este proceso de ver nacer un museo como el MACBA?
—Es una de las suertes de mi vida. Ya había tenido un desarrollo profesional escribiendo y con galerías, pero el MACBA fue verlo nacer de cero y desde dentro. Entré el 2 de enero de 1992 y no había ni edificio. Éramos 7 u 8 personas y poco a poco fue creciendo. Al principio todo fue lento y cuando inauguramos llegamos a ser unas 20 personas, pero ya se podía trabajar. Al final éramos cerca de 100 personas en total, aunque los grupos que nos ocupábamos de la parte patrimonial somos los que menos hemos crecido.
¿Cómo describiría su labor en el MACBA?
—He sido conservadora y he tenido la responsabilidad añadida de ser jefa de departamento de colección. Significa que debo ser la que más conoce de la colección del MACBA y he sido la responsable de una colección como la que tiene de unas 6.000 obras. Hacíamos propuestas de compras de acuerdo con las líneas del museo y las buscábamos cada año para presentar al comité y así comprarlas, documentarlas, ver que la conservación está al día, etcétera. También estaba la difusión donde entraban desde textos de catálogos y web para dar a conocer la colección y los préstamos, llegando a tener 1.000 solicitudes anuales.
¿Qué concepto de museo ha desarrollado tras tantos años de trabajo en uno?
—A mí me gusta el museo como engranaje, como máquina. Es una institución para mí muy atractiva, te permite relacionarte con las personas en un ámbito con mucho diálogo y compañía, lo que lo hace muy atractivo
¿Cuál es su percepción de la escena artística de Palma?
—Que ha cambiado en los últimos 5 años. Hace mucho que vivo en Catalunya, pero siempre que puedo venía a Mallorca y últimamente hay una actividad cultural que ha cambiado no solo en galerías, también en museos. Las iniciativas del Art Palma Contemporani son muy importantes y que existan es una manera de unir y dar visibilidad y eso se percibe.
¿Cuál es la función de un museo hoy en día, con los retos a abordar que se tiene?
—El museo de arte contemporáneo es contemporáneo y tiene la suerte de ver que nuestro entorno está cambiando. Hay que estar atentos a lo que pasa. No es opinable, estamos en medio de este mundo y creo que nuestra obligación es estar muy atentos y seguirlo de cerca. No ha de ser ni por moda ni por política, sino porque es nuestro tiempo. Esto es lo que hace que sea tan interesante.
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