Rosa Planas y Manuel Ripoll, en la nueva Llibreria Ripoll, que reabrió el pasado marzo en la calle Can Sanç de Palma. | Jaume Morey

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A veces, para repasar la historia de un territorio y de sus gentes, una buena opción es hacerlo a través de la vida de un personaje célebre o de un comercio emblemático. Ambos aspectos confluyen en la figura de Manuel Ripoll Billon (Palma, 1945), «el librero de viejo más importante de Mallorca y puede que del siglo XX». Lo afirma la escritora, crítica literaria e investigadora Rosa Planas (Palma, 1957), que acaba de publicar el volumen Història d'una llibreria antiquària (Lleonard Muntaner). Ambos lo presentarán este martes, a las 19.30 horas, en Can Vivot y junto al historiador Pedro de Montaner.

Planas, colaboradora de este periódico, reconoce que el editor Lleonard Muntaner es el «puente» que les ha unido, aunque la autora recuerda muy bien la fascinación que sentía por la Librería cuando esta se encontraba en Sant Miquel. «Te podías quedar horas mirando todos esos libros, que eran auténticos tesoros. Era el paraíso, un comercio único en una Palma que todavía tenía personalidad, no como ahora, que todo está lleno de franquicias», asegura. La Librería abrió allí sus puertas poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1941. Allí despachaban libros Tomàs y su hermano Guillem, padre de Manuel. Cuando Tomàs murió, en 1971, Manuel tomó las riendas del negocio familiar en este local hasta 2015, cuando tuvo que cerrar definitivamente la Librería por culpa de la crisis. «Había días en los que una empleada me decía que había hecho quince euros de caja. Era insostenible, había muchos gastos, ¡teníamos diez empleados!», lamenta Ripoll.

Un panorama desolador que recuerda al que sufrieron durante la Posguerra, cuando vendían un libro a la semana. «En el libro se ve muy bien esa época. No había apenas comida, por lo que muchos iban a la Librería, pero pocos podían permitirse comprar», explica Ripoll. Y, sin embargo, Planas destaca que «había mucho movimiento, pues salen al mercado incunables y obras muy interesantes a precios ridículos». Eran tiempos de tertulias y, de nuevo, la Librería Ripoll fue uno de los epicentros más destacados. En la primera época del establecimiento, regentado por Tomàs, participaban en estas reuniones personajes ilustres como el poeta Guillem Colom o el historiador mossèn Antoni Pons. En la segunda, con Manuel al frente, se incorporaron el impresor y editor Miquel Font, Joan Alemany –hijo de Lluís Alemany, «uno de los bibliófilos más destacados de Palma»– y el doctor Antoni Contreras.

Así las cosas, en este volumen Planas recorre la historia de Ciutat a través de la historia personal de Manuel Ripoll y de su negocio familiar. «Sus vivencias son muy representativas de una generación y, además, la Librería era una especie de imán de la sociedad intelectual de la época», subraya la autora. De esta manera, la autora parte de los orígenes familiares de Manuel Ripoll, pasando por los inicios de la Librería, las primeras adquisiciones y bibliotecas, la cartera de clientes del fundador –desde mallorquines hasta extranjeros–, los diferentes catálogos de la Librería hasta una entrevista a Carolina Ripoll, hija de Manuel, quien desde el pasado marzo se encarga de dirigir el negocio en la calle Can Sanç número 8.

Una parte importante del libro de Planas lo ocupa precisamente la compra de fondos y bibliotecas, así como el trabajo de tasación. Y es que, como señala la autora, la labor de un librero de viejo es «saber llegar hasta donde permanecen las bibliotecas importantes» y, a la vez, «estar al día de cuando estas se ponen a la venta y tener la liquidez suficiente para adquirirlas en el momento oportuno». Una suerte de cazatesoros, pues, algo que, según Ripoll, tiene que abordar con discreción. «Soy retraído, pero es que en esta profesión debes serlo. Tienes que ser muy discreto, dejar hablar a los demás y luego, si acaso, hacerlo tú. Hay gente que habla mucho, demasiado», puntualiza. Cuando, además, lleva a cabo una tasación, esa prudencia la tiene que llevar al límite, «tienes que callar herméticamente».

En este sentido, Ripoll celebra que Planas haya dejado claro en este volumen «la diferencia entre una librería anticuario y una de lance, que básicamente se trata de lanzar un libro y tirarlo de cualquier manera. Todos los libros están registrados, numerados, repasados, con su precio y su correspondiente ficha, es algo que lleva muchísimo trabajo». De hecho, él fue quien inició los contactos junto con otros libreros de España para promover una asociación nacional que culminó con la creación de la Asociación Ibérica de Librerías Anticuarias (AILA), de la cual Ripoll fue socio fundador, pasando a ser vicepresidente y secretario y, entre 1996 y 2007, presidente. En 1994, la AILA fue admitida en la Liga Internacional de Libreros Anticuarios (LILA-ILAB).

Como coinciden Planas y Ripoll, estos libros se encuentran en «el límite entre libros y objetos», a lo que este último ha desarrollado una pasión «enfermiza» que parece haber propagado a su hija Carolina. Sin embargo, avisan que no es comparable a la obsesión actual consumista. «Es un sentimiento bibliófilo», se escuda entre risas Ripoll.