El artista Albert Pinya en su nuevo taller, ubicado cerca de Jacint Verdaguer. | Teresa Ayuga

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A Albert Pinya (Palma, 1985) le gusta pasar desapercibido. No tiene redes sociales y se comunica a través de correo electrónico. En noviembre se instaló en un nuevo taller, cerca de Jacint Verdaguer, y desde enero ha estado encerrado trabajando. «He estado muy absorbido por proyectos que salen del circuito del arte contemporáneo, más alternativos. Me gusta infiltrarme en otros territorios no tan oficiales, porque el circuito oficial es muy reducido y limitado y en mi práctica artística me gusta enfrentarme al arte de forma holística y transversal», reconoce.

Precisamente, Pinya ha ilustrado el cartel de la 42 edición de la Fira del Llibre de Palma, que tiene por lema ‘Menys algoritmes, més llibreters'. «El cartelismo siempre me ha llamado la atención. Desde Miró hay un vacío en este sentido, un abismo; es un medio de expresión muy potente pero que ha ido perdiendo presencia en los últimos 30 años. Puede que sea porque no lo promueven desde las entidades o instituciones y es una pena. Además, el leitmotiv de la Fira representa mi filosofía vital», explica. «Cuando era pequeño ya prefería jugar con una piedra a con una Game Boy. Mi máxima es: Cuanto más refino mi discurso, más cercano me siento al hombre de las cavernas. En un prólogo de Laia Malo que apareció en una antología ilustrada con poemas de autores siberianos y mallorquines en el que participé, me definió como ‘un verdugo de las tecnologías y las redes sociales'. Así soy», aclara.

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Uno de los proyectos más llamativos es el que verá la luz previsiblemente en Navidad: su primer cuento infantil. Se trata de Seculina. La bruixa que en-canta, una historia que editará el sello menorquín Triangle Kids y cuyo texto firma la filósofa y periodista catalana Anna Schnabel. «Vivió una temporada en Mallorca y conectamos muy bien y me propuso ilustrar lo que es también su primer libro infantil», relata el artista. «Seculina es un personaje que nace en una familia de brujos, pero que lo que realmente quiere es ser cantante de rock. Es una propuesta que tiene un importante componente de entretenimiento, pero también tiene un trasfondo potente de temas actuales, como el acoso escolar o la presión social que nos lleva a hacer cosas que no queremos hacer. En paralelo, hay otra historia en la que aparece un monstruo que congela el tiempo. En conjunto, es una aventura fantástica. El reto ha sido expresarme en este canal en el que soy un intruso, algo que, por otra parte, me interesa mucho porque quiere decir que pruebo cosas nuevas. Realmente donde me siento más cómodo es en el territorio de lo desconocido», asegura. Por otra parte, la obra de Pinya servirá de escenografía para la ópera prima de los Hermanos Sepúlveda, que empezarán a rodar próximamente en la Isla.

Otra nueva «intrusión» de Pinya será en el mundo de la moda, concretamente con la conocida marca mallorquina Lottusse. La colaboración, detalla, empezó hace un año y se desarrolla en «diferentes fases». Está previsto que en julio lancen la colección con diseños de Pinya, «vinculados a la artesanía, la ancestralidad y la sostenibilidad», que han adaptado a diferentes productos, desde zapatos a bandoleras o carteras. Además, en diciembre inaugurará una exposición sobre este proceso creativo en el Museu del Calçat de Inca.

Para terminar este apartado de colaboraciones en trabajos más «alternativos», Pinya vuelve a hacer un mural en el restaurante Ca na Toneta de Caimari, esta vez junto al ceramista Català Roig. «El primero lo hice en 2011, luego en 2014, hace justo diez años. Fue uno de los primeros espacios en los que empecé a trabajar. Comparto la filosofía de las hermanas Solivellas de entender el acto gastronómico más allá del sabor, que se extiende a otros aspectos como la exaltación y la defensa del paisaje mallorquín o el consumo responsable», declara.