Love of Lesbian, en una imagen promocional.

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Love of Lesbian, como todos los misterios, escribió sus relatos en las sombras de lo insondable. Y esas canciones incubaron un encendido fanatismo. Porque son relatos de vida y leyenda descabezados con un encanto magnético por Santi Balmes, el trovador que logra que los rincones oscuros del alma brillen como un árbol de Navidad. Los catalanes se adhieren al cartel que, este jueves a partir de las 18.00 horas, alzará el telón de la edición 2024 del Mallorca Live Festival con Blondie como gran reclamo.

Más allá de ser la continuación natural de V.E.H.N., ¿cuál es el punto de partida del inminente Ejército de salvación?
Este disco parte de una emoción mucho más calmada que el anterior, cuyo detonante fue el suicidio de un amigo. Su origen es mucho más positivo.

¿Qué diferencia este disco de los anteriores?
Definiría este nuevo trabajo como un paseo por todas las emociones que suscita la amistad. La mayoría de los temas no hablan de una relación romántica sino de la amistad en varias de sus etapas, desde la hermandad, pasando por la decepción, a las ganas de reconciliarse con un amigo.

¿Le cuesta mezclar géneros sin perder su identidad?
Diría que la variedad de géneros es una de las características que definen el multiverso de Love of Lesbian. Supongo que al final puedes pasar de un estilo a otro ya que mi timbre vocal lo homogeneizará.

En la vida en general, y en su profesión en particular ¿es importante no querer ser lo que ya fuiste?
Ay, el pasado. Supongo que lo importante es adaptar las canciones del pasado al prisma de tu presente. De otra manera, sería imposible interpretarlas con honestidad.

Normalmente, nuestros discos favoritos son aquellos que no entran a la primera y requieren tiempo para ser desmenuzados. Los suyos penetran rápido pero tienen profundidad, ¿cómo vive esa dualidad?
Supongo que nuestros discos favoritos lo son porque hay algo que te rompe los esquemas. Entiendes parte del mensaje, y a la vez detectas zonas más sombrías, cuyos enigmas van descifrándose a cada escucha. Puede que en nuestro caso el enigma esté más escondido en los versos que en la música.

¿Prefieren tocar en una sala o en un festival, donde en el ambiente flota algo más que música?
Mi límite ideal no sobrepasa las dos mil personas de aforo. Otra cosa es que, por pura supervivencia, haya aprendido a plantarme delante de miles de personas en un festival. Supongo que al final nos estimula ponerte a prueba en todo tipo de eventos. Pero no me escondo: lo mío son salas como Apolo y Razz.

¿La voz solista es la posición más comprometida?
Creo que sí. Pero la función de un batería, ojo cuidao’. Creo que una banda es como un equipo de fútbol. Y para ganar un partido debes tener a un delantero (cantante) solvente, y un portero (batería) que te dé seguridad ahí atrás. Como buen cruyffista, creo que el portero es el primer delantero.

Como le sucede a sus personajes, ¿ha vivido alguna epifanía sobre el escenario?
Sí. Momentos ciertamente sobrecogedores. Como cuando vi claro que, como banda, teníamos que cantar en castellano. O esa vez en Valencia que vi clarísimo que la banda iba a convertirse en nuestro modus vivendi.

¿Se ha llegado a cansar de alguna de sus canciones?
Sí, unas cuantas. Entonces las tienes que quitar del repertorio y dejarlas que descansen, echarlas de menos.

¿La atemporalidad consiste en mantenerse al margen de modas, etiquetas y tendencias?
A veces dicha atemporalidad viene dada por la incapacidad de asimilar lo nuevo. Otras veces, incluir nuevos colores parece impostado. En realidad, la atemporalidad ideal, para mí, es la búsqueda de nuevas formas que no tengan apenas nada que ver con lo que está sonando en el momento de crearlas.