Imagen de Nicolas Philibert. | Jaume Morey

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En el marco de la sexta edición del festival de cine documental de Mallorca MajorDocs, el francés Nicolas Philibert (Nancy, 1951) presentó ayer la película Sur l’Adamant, en el Estudi General Lul·lià de Palma. La película plasma la vida en un centro dedicado a adultos con trastornos mentales, situado en un edificio flotante sobre el río Sena, en París. El realizador, invitado de honor del festival, impartirá hoy una masterclass.

¿Qué le animó a rodar esta película?
Llevo mucho tiempo interesado por la psiquiatría. Sur l’Adamant es mi segundo proyecto sobre este tema. En 1996, ya rodé La Moindre des choses. La psiquiatría es algo extremadamente rico y complejo, que cuestiona la sociedad y las imágenes del mundo, la naturaleza de nuestra humanidad. Encontramos personas muy singulares, hipersensibles, a menudo muy inteligentes. Es algo impactante. 25 años después, sentía la necesidad de regresar a la psiquiatría, abandonada por los poderes públicos, un sector devastado que se ha ido degradando. Cada vez hay más pacientes y menos personal.

¿Cómo gestionó la intimidad de las personas filmadas?
La película precedente, de 1996, ha circulado mucho en el mundo de la psiquiatría y me ayudó mucho con los profesionales en el Adamant. Por otra parte, mi trabajo consiste en crear un clima de confianza. Nunca empieza con ideas premeditadas. En el fondo, mi cine se construye a partir del encuentro. Me tomo mi tiempo. Antes de empezar a rodar, explico lo que hago. Trato de hacer comprender mi proyecto. Improviso con la gente. Si alguien no quiere ser grabado, nunca fuerzo. En realidad, me doy cuenta de que, bastante rápidamente, todos quieren participar en mis proyectos y sienten que pueden confiar en mí.

El Adamant es un lugar agradable, una construcción flotante sobre el Sena.
En psiquiatría, la mayoría de los centros están lejos de nuestra mirada. Suelen ser sitios cerrados, degradados, no son nunca lugares bonitos. El Adamant es un lugar que ha sido pensado, durante dos años, por profesionales de la medicina, pacientes y arquitectos. Es una paradoja que un lugar así sea, en realidad, más barato y eficiente que el sitio donde estaban los mismos pacientes antes, en un edificio exiguo de París. Ahora, el ambiente es mucho más luminoso y no hay espacios cerrados. En cualquier caso, no fui para intimidar o extorsionar la confianza de los otros.

¿Cuál fue su reacción al recibir el Oso de Oro durante la Berlinale 2023?
Una gran alegría. Yo ya estaba muy contento por el hecho de que la película entrara en competición. Eso ya era un regalo. Imagínate al ganar. Es una gran satisfacción en dos sentidos: una alegría personal y, también, por el reconocimiento de un tipo de cine artesanal y frágil, que permite dedicar atención al campo de la psiquiatría.

¿Qué aprendió al rodar esta película?
Yo hago películas para aprender cosas sobre el mundo y sobre mí mismo, sobre mis límites. En esta película, no quise mostrar que las personas a las que filmé son diferentes a nosotros, son personas que comparten una misma humanidad. Esta cuestión es fundamental que se comprenda. El Adamant es un lugar que te abre los ojos y te hace más inteligente.

¿Por qué se decidió, como realizador, por el lenguaje audiovisual documental, en vez de apostar por la ficción? ¿Qué le aporta?
Me gusta el lado artesanal de este trabajo. Lo que me gusta de los documentales es que las cosas no puedan escribirse antes de ser rodadas. Eso hace que todo sea posible. Esta dimensión tan abierta sobre lo imprevisto. No sabría rodar una película a partir de un guion, ni creo que me gustase.

Sur l’Adamant forma parte de una trilogía.
Sí, es la primera parte de un tríptico. Las otras dos ya se han rodado y estrenado. La segunda apareció, en Francia, en marzo. La tercera, en abril. En algunas salas de proyección se muestran los tres documentales.