Joaquín Sabina, en una actuación en el Palma Arena. | Teresa Ayuga

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A finales del verano de 1999, las radios empezaron a emitir el single del nuevo disco de Joaquín Sabina, que por aquel entonces ya tenía una decena de excelentes álbumes a sus espaldas. «Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks», arrancaba la canción, en la que el ubetense dejaba atrás el rock al que tenía acostumbrados a sus seguidores y se sumergía en sus raíces andaluzas con una rumba en la que, desde la ironía, hablaba de un trágico desamor. «No pido perdón. ¿Para qué, si me va a perdonar porque ya no le importa?», es solo una de las demoledoras y desesperanzadas frases que jalonan 19 días y 500 noches.

También llamó mucho la atención la voz ronca y cruda del cantautor, que en sus anteriores álbumes había sido sometida a todo tipo de filtros para hacerla más presentable. La decisión de Alejo Stivel (Tequila), productor del álbum, de despojarla de artificios se demostró con el tiempo como uno de los mejores hallazgos de la historia de la música española, pues marcó de una vez para siempre el sello vocal que hace único a Sabina. Después de 19 días y 500 noches llegó el disco homónimo, probablemente su mejor trabajo, con himnos como A mis cuarenta y diez, El caso de la rubia platino o Cerrado por derribo.

Primera vez

«Recuerdo perfectamente la primera vez que oí esa canción», rememora Tom Trovador, veterano cantautor afincado en Mallorca. «Estaba en Galicia, en la playa, y flipé. Nunca había escuchado nada parecido, con una letra tan redonda y una voz tan expresiva. Poco después, le vi en directo en una gira en acústico que hizo y me quedé impresionado con la capacidad para transmitir que tenía con la voz. Es una obra maestra», incide.

«Escuché la canción por la radio y me cambió la vida», asegura el cantautor mallorquín Luis Cadenas, quien tenía 17 años cuando salió el disco. «No me di cuenta de que era Sabina hasta el estribillo, porque nunca le había escuchado con esa voz tan áspera. Me llamó la atención la producción, totalmente opuesta a las de los discos anteriores. Al principio el disco me costó, porque era menos rockero, con letras más densas y una voz a priori peor, pero acabé entendiendo que era mucho mejor. Es uno de los mejores discos de su carrera y de nuestra historia», remacha.

«19 días y 500 noches no es de mis discos favoritos de Sabina», reconoce Victoria Lerma, activa artista isleña. «Le seguía desde discos anteriores, como Hotel, dulce hotel o Yo, mi, me, contigo, que son sus discos que más me han marcado. Ahora bien, Sabina es Sabina y en todos sus discos tiene grandes canciones de las que es imposible salir ilesa, como la canción que da título al álbum, que es una oda maestra al desamor, y Noches de Boda, que canta junto a Chavela», indica.

«Es uno de mis discos favoritos, y sin duda el mejor de Sabina», sentencia por contra Riki López, con 30 años de carrera musical a sus espaldas. «Además de que todas las canciones son buenas, el diseño es una pasada. Recuerdo escucharlo leyendo las letras de color dorado en el libreto. Por supuesto, lo que más me gustó fue la voz, en primerísimo plano y sin efectos, que es el mejor Sabina. Aún hoy en día, es el disco que más escucho», asegura.

«Recuerdo que el single no me llamó mucho la atención», admite por su parte Alberto Vizcaíno, cantautor de larga trayectoria actualmente al frente de Psiconautas. «Sin embargo, el resto del disco tiene canciones increíbles y supuso para mí un redescubrimiento de Sabina, del que yo no era demasiado seguidor, aun reconociendo que es uno de los mejores escritores de canciones que hemos tenido. La producción de Stivel fue clave», analiza.