El fotógrafo y reparador de cámaras antiguas Anthony Neitzke. | Pilar Pellicer

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Cuando Marina Wagner buscaba rodar su película L’home abissal tenía claro lo que quería: cámaras de la misma época que en la que ambienta su historia, el siglo XIX. No fue fácil, como es obvio, encontrarlas ni hallar alguien capaz de operarlas con destreza. Ahí apareció Anthony Neitzke (Berlín, 1988), que se dedica a la reparación de cámaras antiguas y también las utiliza. Neitzke aceptó el encargo de Wagner y ejerció de director de fotografía de la cinta para la que ha tenido no solo que aplicar sus conocimientos como fotógrafo, sino también adaptar objetivos de más de 120 años para funcionar en cámaras más modernas y lograr captar la esencia de una época, un mundo y un estilo muy concretos.

No obstante, si Neitzke es experto en cámaras antiguas es por una razón que se remonta a su infancia: «Un amigo de mi padre nos venía a visitar a Mallorca a menudo y traía consigo una Leica de los años 30 que me fascinaba». Por aquel entonces no le dio más importancia, pero al estudiar en Barcelona se adentró de lleno en la fotografía analógica. «Cuando revelas no sabes lo que habrá y esa incertidumbre me atraía muchísimo», detalla Neitzke.

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Imagen de un objetivo del siglo XIX acoplado a una cámara moderna.

Así pues, Neitzke comenzó a experimentar con una FED, conocida por algunos como la Leica Roja por ser una suerte de copia rusa de la conocida marca alemana, hasta que «se me rompió». Y aquí llegó la decisión que marcaría un camino que Neitzke continúa transitando hoy en día: «Me atreví a desmontarla e intentar repararla. Y lo conseguí», rememora ahora el alemán.

Tras años y años de experiencia, estaba claro que era el indicado para el trabajo, que narra una historia al más puro estilo gótico a través de fotografía fija realizada con cámaras y objetivos del siglo XIX. «Cuando me explicaron lo que quería me animé a hacerlo», señala Neitzke que añade que «sin ser pesimista, vi que habría mucho trabajo por delante».

Así pues, Neitzke destaca que el equipo de Wagner buscaba en fotografía de placa, que tardan unos 30 minutos en realizarse y son, obviamente, inviables para una película que puede tener cientos de planos. «Justamente estaba trabajando con ópticas de final de siglo y las estaba adaptando a cámaras modernas», señala el fotógrafo que indica que eso fue lo que decidieron hacer.

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Sobre estas líneas, una cámara antigua sobre la mesa de trabajo.

No obstante, lo analógico es siempre imprevisible, y «te encuentras son sorpresas que incluso pueden encajarte más que lo que esperabas», algo que de hecho pretendían desde el equipo del filme. A lo captado se le añade el tratamiento sobre el negativo que están haciendo ahora, manipulando la emulsión y dándole una capa más que capte la esencia y ese algo tan único que están buscando. Para Neitzke el proyecto es «un regalazo, una alegría tremenda», y la mención en Sitges, en la sección Womaninfan, es «algo que nos llena mucho».

Neitzke, por otro lado, continúa con sus proyectos personales, entre los que se encuentra el filme Charlie, que habla de sus padres y para el que también ha utilizado objetivos decimonónicos. Esta cinta se pudo ver en el pasado MajorDocs donde se alzó como mejor corto balear. «La fotografía es algo que me llena muchísimo porque solo estás tú y la cámara. Es algo personal», señala.