El actor madrileño José Sacristán protagoniza ‘La colección’, una obra que habla de la memoria y el legado. | Javier Naval

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Siempre que toca presentar a José Sacristán uno se pregunta qué es mejor destacar de él. ¿Su Premio Nacional de Cinematografía de 2021? ¿Su Goya por El muerto y ser feliz o su Goya de Honor? ¿Sus 169 créditos en cine y televisión? ¿Su siempre cabal discurso político? Por imperativo de la actualidad, me decanto por resaltar que el 23 y el 24 de noviembre, Sacristán visita Palma de la mano de Juan Mayorga con La colección, en la que compartirá escenario y protagonismo con Ana Marzoa. En este nuevo texto, repasa temas como la memoria, el legado y el olvido, al interpretar a un matrimonio que, dada la cercanía de la muerte, decide buscar a quien dejar su misteriosa y mística colección de objetos que se perderán tras su fallecimiento. A sus 87 años, Sacristán no piensa bajarse de los escenarios y, de hecho, se sube por primera vez al del Teatre Principal con La colección. Hay una primera vez para todo.

Ha girado cinco años con Señora de rojo sobre fondo gris, de Delibes, ¿ha costado despedirse?
Sí, ha costado, pero ha sido tiempo más que suficiente y tuve una conversación con el espíritu de mi amigo Miguel para decirlo que ya estaba bien (risas). Hablando en serio, ha sido perfecto con esta obra, si bien es verdad que el universo de Delibes, así como de Machado y otros cuantos, uno procura no alejarse demasiado nunca.Hay ahí una necesidad, una conveniencia de volver ahí porque son salvadores estos tipos.

La colección es el primer texto de Juan Mayorga que interpreta, ¿cómo lo ha recibido?
Como un privilegio. Son ejercicios que vienen muy bien a mi edad para no quedarse acartonado El universo de Delibes es más de lo inmediato, lo cercano, lo que es perfectamente reconocible, y este otro, el de Mayorga, es más oblicuo. Es una maravilla por la bondad del texto.

¿Llega en el momento justo o podría haber llegado antes?
Buscar lo coyuntural, lo propicio, en esta labor es una labor inútil.

Tiene a Ana Marzoa como compañera, ¿facilita el trabajo?
Facilita no es la palabra, lo engrandece, lo enriquece, lo multiplica. Es un lujo trabajar con Ana con quien tengo una complicidad total.

La obra trata temas como el legado y el olvido, ¿cómo se abordan?
Todo lo que Juan plantea es una mirada sobre la condición humana y una reflexión. Somos, por así decirlo, depositarios de todo lo que ha ocurrido antes de nosotros, no solo en lo material, sino en las emociones, el dolor, la muerte, la vida, y al mismo tiempo tenemos que depositar todo eso. Este traslado, este envase, es de lo que trata La colección, sobre cómo el mundo en el que vivimos tiene que ver con el que ha ocurrido antes y condiciona lógicamente lo que pasará luego.

¿Piensa en su propio legado?
No. Que lo pueda dejar o no es otra cosa, pero no pienso en ello en ningún momento.

¿Cree que el miedo ante la muerte está sobredimensionado?
Que cada uno le dé la importancia que le parezca. Eso está ahí y hay que asumirlo, aceptarlo y punto. Que sea más o menos fácil para unos y otros, pues allá cada uno y cada otro.

¿Qué apreciación personal hace?
A los 87 años, como te podrás imaginar, me hago a la idea de que esto va a pasar. Que no está tan lejos. Sé que el tiempo se acaba, pero no dramatizo.

La obra trata la memoria, palabra de doble filo en este país, ¿tiene España memoria?
Tiene, pero mala. Hay quien se empeña en desdibujarla, emborronarla, pero no conviene que la perdamos. Somos muchas cosas, pero fundamentalmente memoria, y hay que cuidarla y protegerla y ser rigurosos con ella.

Y desde su experiencia vital, ¿cree que tienen razón las voces que dicen que vivimos en una polarización que recuerda a la Guerra Civil?
Este catastrofismo se lo pueden meter por el culo. Que se dejen de escandalizar y de joder. Ya está bien de tanto miserable. Con lo que ha pasado en Valencia no pierden el tiempo estos hijos de puta en apuntar hacia ello. Hay que estar vigilantes y procurar ser mejores, pero esto no tiene el carácter apocalíptico que se empeñan a señalar.