«Ante eso, que lo podemos entender como densidad, se expone una presión llegada de otro mundo, de un mundo piramidal (otra densidad), un sistema estanco que sistemáticamente presiona a las personas, en este caso, a las mujeres de las fábricas», aclara. Así las cosas, la artista se pregunta: «¿Qué ocurre ante esa nueva realidad? ¿Qué pasa por la membrana de la ósmosis y qué se queda?». Por otra parte, Osmose se sirve de la metáfora de la ósmosis para hablar de la violencia capitalista. Sobre esta cuestión, Peón reconoce que «hay que venir a ver la obra» porque «las palabras no pueden, o yo no soy capaz, de expresar esa complejidad».
En todo caso, sí adelanta que es «una pieza preciosista, emocionante e inmersiva». «El sonido está trabajado en 5.1 por lo que se vive desde dentro, casi esférico, la arquitectura lumínica de Laura Iturralde [premiada y nominada a los premios María Casares y Rogelio Egusquiza] nos lleva a una escenografía sobrecogedora. Hay improvisación, secuencionalidad, volúmenes que se estiran, se expanden o se concentran», detalla. Asimismo, Peque Varela, que ha trabajado para Björk con la cineasta Lucrecia Martel, «ha tratado las imágenes de tal manera que nos hace enfrentarnos a las miradas de ellas y en conjunto creamos esta pieza que transciende lo lineal».
Las protagonistas de Osmose son las trabajadoras de las fábricas de Pontesa y de las conserveras gallegas, personas que, como reza la sinopsis, «provienen de microhabitats autosuficientes, donde los cuerpos pre-género vivían en acuerdos de creación colectiva» porque, según señala, «el género no existe, es una construcción contemporánea».
Sin caer en reduccionismos ni banalizaciones, Osmose ofrece un mensaje claro y potente, aunque diseminado en distintas capas de significado, político, sobre las violencias del sistema capitalista. En plena campaña del 25-N contra la violencia de género, Peón manifiesta que «todo forma parte de lo mismo: la violencia de género es binaria, solo existe lo central y todo lo demás es subalterno o abyecto, miserable».
«El capitalismo, el sistema en el que vivimos, tiene como objetivo progresar a través de la acumulación, por lo que necesita que los individuos tengan las mismas necesidades. Ofrece el bienestar en lo individual a través de fantasías de aceptación, con lo cual pensamos que es nuestra elección», añade. Lo que plantea, continúa, es que «el machismo no viene de las creaciones colectivas de microhabitats». «Los idiomas, y nuestras formas de entender el mundo son múltiples, diversas, creativas y todas tienen un lugar común: la creatividad y la radicalidad de las individualidades para el bien común», matiza.
«Estas mujeres que me acompañan en Osmose, mujeres de las fábricas que venían de otras lógicas, no entienden ni el machismo, ni entienden la violencia que ejerce el sistema ante ellas. Ellas se revelan con todo el poder que nosotras actualmente tenemos que buscar ‘empoderándonos’. Ellas no lo necesitaban porque aún no pertenecían al binarismo de género. Por tanto, son cuerpos pre-género que se revelaron ante la pirámide del Capital», concluye.
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