Dice Rafael Soler (València, 1947) que «solo el mar tiene memoria». Esta nos llega a través de su vaivén en forma de olas y de su rumor salado y constante. Algo de esa espuma se nos contagia y nos ofrece la ilusión de recordar(nos), la imagen de que somos alguien y que lo somos, además, montados sobre una montaña de frágiles momentos que atesoramos. De esto habla en Memoria y no (Huerga y Fierro Editores), su más reciente poemario que presenta este jueves en el Hotel Valparaíso junto a Francisco de Asís Maura en un acto organizado por el Cercle d’Economia de Mallorca. Tanto en las páginas del libro como en la charla, Soler invita a una reflexión que es personal, pero que nos atañe a todos.
¿Son buenos tiempos para la poesía?
—Los mejores.
¿Por qué lo cree?
—Porque son tiempos de tribulación en los que nada es previsible, en los que se mueve el tiempo de lo que pensabas que era tu espacio de confort, los que llevan a la reflexión, a tener asideros, y la poesía es el mejor método que tenemos de consuelo, terapia e indagación. Cuando escribes un poema en el que encuentras algo que no esperabas te hace pensar. Los tiempos malos pasarán más pronto que tarde, pero la poesía seguirá.
¿También lo son para la buena poesía?
—También y mejor nos iría si los gobiernos, y no hablo solo del nuestro, tuvieran a filósofos y poetas en él.
Presenta Memoria y no, ¿somos algo más que memoria?
—Somos eso básicamente. Construimos de donde venimos a través de la memoria de nuestros padres, abuelos, de lo que nos han contado. La memoria es nuestro asidero para la vida. Otra cosa es que nos ofrezca cosas que no buscamos. A veces, cuando algo está muy escondido tenemos que llegar hasta el psiquiatra. La memoria es un espejo y compañera, pero lo más importante es saber escucharla.
¿Podemos (y debemos) fiarnos de nuestros recuerdos?
—Todo el mundo tiene un primer recuerdo, pero siempre hay uno anterior. Lo tremendo es que si no lo encuentras, lo construyes. Como la primera vez que vi el mar. ¿Lo que recuerdas que sentiste es lo que sentiste o son experiencias que has ido añadiendo?
Los recuerdos cambian, ¿lo hace también la persona con ellos?
—Sí. Y el poeta, cumplida ya su edad, recibe una invitación de la memoria que es quien se dirige a él para decirle: hagámoslo sencillo, acomode su temor en el diván de felpa y hagamos un recorrido por lo que ha sido su vida.
No nos podemos fiar de la memoria, pero sí de un poema que se nutre de ella por apelar a lo universal.
—Memoria y no es un libro del poeta Rafael Soler con el poeta Rafael Soler. No estoy escondido en este libro, hablo de mis vivencias personales y otras que ha fabulado. Recuerdo el momento en el que nació y evidentemente es imaginación, pero todos los poemas lo son. La poesía es un juego de espejos.
¿Qué busca un poema que se nutre de los recuerdos?
—Lo normal es que intentes buscar algo que no encuentras. Siempre quedan cosas pendientes y los poemas más bellos son los que vienen dictados al oído y en los que encuentras lo que no buscabas. Llegar a un buen poema se hace de rodillas, con humildad y en desamparo.
¿Qué ocurre si el lenguaje no llega a los recovecos del recuerdo?
—Hay que dejarlo. La poesía es lenguaje y a esta pregunta contesta la segunda parte del libro, el y no. Estamos siempre en derrota, en doma. Y las personas mayores son, bueno somos, las que van perdiendo memoria y ante esto lo que hay que preservar es la dignidad.
¿Es esto algo que le da miedo?
—Si nos lleva toda una vida ser mortales y estamos todos destinados a acabar poco a poco, las grandes pérdidas en mi opinión son la curiosidad, el saber mirar al otro, saber acompañarle sin daño y, dentro de esto, el lenguaje es muy importante. Pero por encima de él está la mirada. El poeta es quien la pone en el lugar donde los demás no lo hacen.
¿Es esa mirada la que hace bellos los momentos o estos lo pueden ser intrínsecamente?
—La belleza es impetuosa, arrebatadora. Llega y lo único que tienes que hacer es entregarte a ella. Invocarla es arriesgado porque puede llevar a la melancolía. Uno ha de tener la sensibilidad suficiente para recibirla como un don, saber que es algo transitorio.
Dice que el mar es lo único que tiene memoria, ¿a qué se refiere?
—A que nos habla. Lo hace con sus silencios espaciados, con el rumor de las olas, el horizonte, al que llamo pánfilo azul. De ahí hacia la orilla hay un océano de mensajes, de consuelos, de palabras, de reflexiones. Está toda la historia, desde los griegos a nosotros, nuestros antepasados, el naufragio de proyectos e ilusiones, etcétera. Lo único que hay que hacer es ser humilde y paciente, sentarte en soledad y ponerse a la escucha más pronto que tarde.
¿Ha cambiado su relación con el mar durante estos años desde su primer recuerdo del mismo?
—Sí, ahora le tengo más respeto, es mucho más sabio de lo que pensaba.
4 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
Millor que hi hagi més empresaris I gestors menys politics i cuentistes. Es governs, com ses bones empreses , necesiten bons professionals i bons gestors.
Miris on miris, tot són guirisNo sé, el comunismo mató a unos 250.000 intelectuales rusos. A lo mejor te lo tienes que hacer mirar.
La llàstima és que la dreta no soporta a la gent que pensa. Per ells val lo mateix el comentari d'un catedràtic que la d'un cunyao de bar. Saben que per cada intelectual que hi hagi, hi ha deu cunyaos de bar i que la democràcia està dissenyada en aquest sentit, no importa convèncer mentres se pugui manipular a la majoria
Solo nos faltan mas canta mañanas. Lo que falta es gente honrada, honesta, trabajadora y con ganas de hacer el bien para los ciudadanos. Todo lo demás do cuentos y fábulas de gente contempladora y ladrona.