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Entre otras muchas características y valores que un coach debe tener me gustaría destacar algunas que a lo largo del tiempo considero muy importantes.

Es coherente: El coach debe ser coherente, es decir “hace lo que dice” y al tiempo sabe lo que puede y no puede hacer. Su coherencia está basada en la consciencia, el conocimiento personal y en la oferta generosa de su buen sentido, lo que le convierte en persona confiable y respetada.

Es positivo: Como coach debe dar la pauta. Su actitud es contagiosa. Se identifica con la posición activa y sobre todo entusiasta de su coachee (cliente), de los éxitos y avances conseguidos en el proceso, lo que le convierte en impulsor y le proporciona cualidades motivadoras.

Es humilde: Esta cualidad se manifiesta en doble sentido. De una parte porque admite y reconoce sus errores y aprende de ellos y de otra parte promete menos de lo que desempeña. Esta cualidad le proporciona compromiso y responsabilidad. Pasa por su propio proceso.

Es observador: Ser observador es algo más que limitarse a mantener los ojos y los oídos abiertos. Es imprescindible para conducir el crecimiento. Observar es apreciar el entorno, su influencia, el detalle, la expresión. Pero sobre todo es una actitud: “Observar frente a sentirme observado”.

Es comprensivo: Ha de tener facilidad de entender y aceptar a su coachee. Es su aliado y así lo debe manifestar. Por ello, es tolerante y no juzga, admite y no critica, reflexiona pero no evalúa. En definitiva es su acompañante a lo largo del proceso.

Es experto: Entendido como persona formada, conocedor y con disposición para seguir aprendiendo. Un coach resultará más efectivo cuando más formado esté no solo en la práctica del coaching, sino en aquellos entornos personales y profesionales en los que el coaching se desarrolla.

Es valiente: Emprender una acción es un acto de valentía, es la manifestación del querer hacer. Representa el esfuerzo para avanzar, para ir más allá, para conquistar. La valentía del coach le conduce a indagar sobre el coachee, ofrecerle retos, proporcionarle nuevos caminos, animarle en sus objetivos y no conformarse con lo que se haya conseguido en cada momento si el coachee puede hacer sensiblemente más.

Y una cualidad que creo que es vital es ser tremendamente flexible, o como dijo un buen amigo mío catedrático, hoy día debe ser CONTORSIONISTA.