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El barril de Brent que estaba a 115 dólares hace tres meses se vende ahora por 70, lo que significa una bajada de casi el treinta y cinco por ciento.

La caída se debe a un aumento de la oferta, gran producción de petróleo de esquisto en América, incremento del 40 por ciento, aunque parezca increíble, en la producción de Libia y la decisión de Arabia Saudita de no disminuir la producción para mantener su cuota de mercado e impedir la explotación de reservas cuyo coste de extracción sea elevado, especialmente las americanas.
El descenso en la demanda se corresponde a la situación económica de China y Europa, que hace que disminuya el consumo, y a que los automóviles actuales gastan un 25 por ciento menos de combustible de los de hace 10 años, unido a una tendencia a la disminución del uso del coche particular.

Los precios actuales suponen una gran inyección de liquidez en las economías de los países ricos y una mayor competitivad de los destinos turísticos lejanos. Una mayor renta disponible especialmente en Gran Bretaña y en los países nórdicos y en menor medida en Alemania, que está pasando dificultades económicas, significará mayor gasto en viajes al extranjero.

Pero para algunos productores es una clara amenaza. Los tres países más afectados son Irán, Venezuela y Rusia. La situación va a empeorar en Irán, pero sin consecuencias para España. Con una política de fuertes subvenciones en la venta de petróleo a países amigos, Venezuela tendrá serias dificultades, ya las está teniendo, por lo que se verá obligada a suprimirlas, afectando esto a Cuba, lo que generará inflación y empeoramiento de su posición competitiva.

El caso más complejo es el de Rusia, cuyos ingresos estatales dependen en más de un 50 por ciento del petróleo. Según The Economist entre el 80 y el 86 el petróleo cayó dos tercios y esto fue determinante en el derrumbamiento de la Unión Soviética. En los catorce años que lleva Putin en el poder, el precio del petróleo se ha multiplicado por tres, permitiendo por un lado la acumulación de capital en manos de algunos oligarcas relacionados con este sector, unos mayores ingresos fiscales por parte del Estado, que está convencido de que es una superpotencia, y el crecimiento de una clase media que puede permitirse vacaciones en el extranjero y que es nuestra principal clientela.

La pérdida de valor del rublo, cerca de un treinta por ciento en lo que va de año encarece las vacaciones de los rusos en los países euro. Las consecuencias ya se han podido comprobar este año 2014, con un fuerte descenso en las llegadas. Si el precio sigue bajo y las sanciones continúan, las reservas económicas del gobierno ruso se pueden agotar en menos de dos años, en cuyo caso volveríamos en este mercado a la situación de hace una década.